El enmascarado no se rinde
Cuentan las reseñas que Rob Zombie no quería filmar esta secuela. La muy interesante remake del clásico de John Carpenter que Zombie dirigió en 2007 dio buenas cifras, así que el estudio estaba dispuesto a continuar la serie de todos modos, y parece que Zombie aceptó escribirla y dirigirla “para que nadie le arruine su visión”. Parece un poco ingenuo por parte de Rob suponer que a los estudios de Hollywood les importe preservar la visión de nadie. En cualquier caso a Carpenter no pareció importarle en su momento dejar su creación a merced de manos no muy idóneas que convirtieron a la serie, gracias las secuelas cada vez más decadentes, en un chiste malo, hasta que Zombie vino a dignificar un poco el asunto. Y si uno se pusiera pragmático podría decir que es preferible que la arruine otro y no uno mismo. Pero esto también sería injusto, porque esta Halloween II es una remake bastante digna y efectiva, aunque está unos cuantos escalones por debajo de su predecesora y de los otros dos films del propio Zombie.
Técnicamente se trata de una secuela de la remake pero una remake a medias de la secuela. Es decir, existe una Halloween II, estrenada en 1981, de la que Carpenter co-escribió el guión pero dejó la dirección en otras manos. Al igual que aquella, esta Halloween II arranca en el exacto momento en que concluyó su predecesora y continúa esa noche ambientada en el hospital donde internan a Laurie, la hermana del asesino Michael Myers y su principal objetivo. Pero a la media hora, el film da un vuelco, pega un salto temporal y continúa el relato por su propio camino. Y el camino que Zombie elige es el de seguir la evolución de sus personajes principales, o más bien su caída: Laurie quedó completamente traumada después de los episodios que le tocaron vivir en la primera parte, victima de pesadillas recurrentes, alterada, medicada, con una psicoterapia que no da mucho resultado y una actitud resentida e irascible. El Doctor Loomis se ha convertido, ahora sí, en un mercachifle carroñero, inescrupuloso, vanidoso y dispuesto a cualquier canallada con tal de auto-promocionarse. Y mientras los otros protagónicos van cayendo, conscientemente o no, en su espiral decadente, Michael Myers permanece inmutable, nada en el ha cambiado, ni la pulsión asesina ni la obsesión por encontrar a su hermana. En esto parece recobrar el carácter casi sobrenatural que parecía detentar previamente en la serie. Pero Zombie, trata de ser coherente con su visión. Y si en el film previo se ocupó de mostrar la historia y las motivaciones de Myers, en este film se trata de ver que pasa por su mente, un vistazo al mundo interior del asesino. Lo cual da la oportunidad para escenas oníricas y alucinatorias donde Zombie puede desplegar su particular universo visual. En este escenario la madre de Michel y su propia imagen de niño lo van guiando para lo que se propone como una reunión familiar definitiva.
Rob Zombie sigue fiel a su estética y aquí también se encontrarán sus habituales referencias a la cultura pop, las citas cinéfilas, el soundtrack rockero y el retrato del mundo White Trash. Además, sigue demostrando que tiene una visión personal y un dominio del relato cinematográfico que lo sitúan entre los mejores del cine terror actual. Pero si en su film anterior el guión era sólido, riguroso y no daba lugar a cabos sueltos, acá el relato aparece más errático, dando lugar a arbitrariedades y alguna que otra trampa (como cierto sueño engañoso que se diferencia totalmente de los que aparecen después). Se podría decir que a los Slashers jamás le importó mucho la rigurosidad o la coherencia, pero Zombie ya marcó previamente la cancha y por eso cuando hay agujeros se notan. En cualquier caso, con la tercera parte en marcha y no siendo ya de la partida, Rob habrá aprendido lo mismo que el maestro Carpenter en su momento: que ciertas cosas sencillamente no pueden evitarse ni vale la pena hacerse mala sangre por ello. Porque la industria es un asesino en serie tan despiadado e inmutable como el temible Michael Myers.