Uno de los aciertos de Halloween (1978), de John Carpenter, es que no explica el origen del mal ni se detiene en reflexiones sobre por qué ese niño de 6 años llamado Michael Myers mata a su hermana con un cuchillo y luego se empecina en perseguir a la niñera Laurie Strode. Carpenter hizo un slasher austero, pragmático y efectivo. Se centró en la música, le puso una máscara blanca al villano, contrató a una joven Jamie Lee Curtis para el papel principal e hizo historia.
En Halloween Kills, continuación de Halloween de 2018, ambas dirigidas por David Gordon Green, se intenta hacer todo lo que no se hizo en la original de 1978. En este sentido, probablemente sea la película más ambiciosa de la saga. Entre otras cosas, porque pretende unificar en una noche la historia de Michael Myers y la de la comunidad de Haddonfield, el barrio al que el enmascarado vuelve después de 40 años.
La película empieza con un flashback que nos lleva a 1978 para mostrarnos lo que pasó esa noche en la que Loomis (en aquel entonces interpretado por Donald Pleasence y ahora por Tom Jones Jr.) casi mata a Myers, después de que este casi mata a Laurie. Con esta escena se introduce la primera modificación, ya que incorpora a dos policías, uno de los cuales es el joven Hawkins, quien en la de 2018 y en Halloween Kills interpreta Will Patton. Ahí descubrimos lo que hace Hawkins.
Halloween Kills se ubica, al comienzo, en la noche de Halloween de 1978. Luego vuelve al momento del final de la película de 2018, con Laurie, su hija Karen (Judy Greer) y su nieta Allyson (Andi Matichak) arriba del vehículo que las lleva al hospital, mientras Myers arde en la casa incendiada de Laurie, quien ve que los bomberos pasan a toda velocidad a apagar el fuego, lo que puede salvar a Myers.
Paralelamente, aparece Tommy (Anthony Michael Hall), el niño al que cuidaba Laurie en el filme de 1978, quien, en un bar lleno de gente, cuenta lo que Myers significa para la población de Haddonfield. Mientras esto ocurre, Myers se levanta cuando los bomberos entran a la casa y descuartiza a todos en una escena que cumple con lo que tiene que tener un slasher: matanza sanguinaria.
Pero ahora parece que Myers ya no quiere volver por Laurie, sino que quiere volver a casa, no se sabe para qué ni por qué, y en la explicación que da la película, a través de de Laurie y Hawkins, pierde consistencia y se torna enrevesada. Ese intento por explicar el mal (algo que Carpenter nunca hizo) es su principal problema.
En vez de hacer un slasher con escenas de muertes que sean ingeniosas y efectivas, Gordon Green quiere ir más allá y darle una explicación a lo que es Michael Myers, sin decidirse si quiere que el personaje sea un concepto, algo sobrenatural o un psicópata difícil de matar.
La parte en la que los vecinos de Haddonfield toman las armas la ubica en una postura un tanto fascista que tampoco queda del todo clara. Se entiende eso de que una comunidad tiene que vivir sin miedo para que dejen de matarla, pero la idea no logra plasmarse con claridad.
Todo ese asunto de que Michael Myers es más que humano, y que por eso mismo es inmortal, es tan complejo que lo único que logra es arruinar la película. El peor error que puede cometer un slasher es tener pretensiones filosóficas.