En 2018, David Gordon Green («Pineapple Express», «Stronger»), habría logrado contra todo pronóstico darle un poco de aire fresco a la franquicia de «Halloween» con un soft reboot que se encargaba de ignorar las flojas secuelas del film original y continuaba la historia de aquel primer capítulo, 40 años después. El resultado fue una secuela bastante digna que, si bien no fue sumamente innovadora, sí pudo encontrarle la vuelta para rendirle tributo a la obra maestra de John Carpenter y comenzar lo que se veía como un sólido inicio de una trilogía que se anunció prácticamente de forma inmediata luego de ver el éxito del regreso de Michael Myers.
Aquí se nota que Green quiso ir por un camino «diferente» (en ciertos aspectos) para separarse del terreno seguro que planteó la película de 2018, y ello lo llevó a tomar algunas osadas decisiones que hicieron que incurra en algunos errores del pasado que atentan contra la base que hizo fuerte a la historia original.
La secuela arranca ni bien termina el relato anterior, cuando Laurie Strode (Jamie Lee Curtis), su hija Karen (Judy Greer) y su nieta Allyson (Andi Matichak), se dirigen en ambulancia al hospital, para tratar las heridas de Laurie luego de la violenta batalla que libraron contra el homicida de la máscara blanca. El trío había dejado a Michael Myers encerrado en el sótano mientras la casa se incendiaba creyendo que todo había terminado de una vez por todas. Sin embargo, los bomberos llegan al lugar para apagar el incendio y terminan accidentalmente liberando al implacable asesino. Mientras Laurie se recupera de sus heridas, los ciudadanos de Haddonfield se organizan y deciden ir cazar al temible monstruo.
Si bien parece que decidieron alejarse un poco de los estándares de la franquicia e incluso de la película anterior, en esta oportunidad el film se toma un tiempo considerable a través de un flashback para moldear algunas motivaciones de personajes secundarios en el presente, lo cual hace que se le comience a quitar fluidez y dinamismo al relato. Por otro lado, aunque dichos personajes de la historia original terminan cobrando mayor relevancia y empatía del público, luego se termina cayendo en una esperable y poco original seguidilla de muertes rápidas que hacen pensar que dicho tiempo fue verdaderamente desperdiciado. A su vez, Laurie Strode que fue uno de los puntos altos del regreso de «Halloween», aquí es relegada a unos pocos minutos en pantalla en escenas algo intrascendentes a los fines dramáticos.
Por otro lado, a pesar de que resulta atractiva la idea de sugerir que el pueblo de Haddonfield comienza a operar en masa con un hambre implacable de sangre y violencia generalizada haciéndonos creer que se invirtieron los roles del famoso juego del gato y el ratón, esto es demostrado de forma grosera y con una sobre explicación constante por medio de voz en off, que le quita peso o sutilidad narrativa.
Es realmente llamativo que la dirección de Green, que fue una de las cosas destacables de la entrega anterior, incluso acá en esta secuela parece algo desprolija y derivativa con jumpscares esperables y una puesta en escena algo más común que en su predecesora. Asimismo, la idea de que Michael Myers es un asesino de carne y hueso planteada en el film de 1978 y en su continuación de 2018, nuevamente se ve amenazada por ciertas insinuaciones en esta secuela que plantean cierto estiramiento del verosímil como ha pasado en varias de las entregas pasadas que no funcionaron. Un verdadero desacierto que compromete lo logrado en el reboot y que, a pesar de algunos buenos momentos, hacen que esta película resulte olvidable.