Haddonfield vuelve a ser la escena de homenajes y masacres. Esta secuela transcurre en 2018, el mismo en el que David Gordon Green reinició la franquicia con aires renovados. Pero todo lo que su debut en el universo heredado de John Carpenter tenía de prometedor, aquí se convierte en un relato retorcido sobre su propia solemnidad, construido en base a un gore pegajoso y explícito, a guiños abusivos al universo conocido, y una puesta plana y carente de tensión.
Una y otra vez la película se interroga sobre el origen del mal tras la máscara de Michael Myers. Pero lo que Carpenter sembró en un pozo de ambigüedad que perduró como su legado, Green se encarga de aplastarlo en elucubraciones tontas de sus personajes, consignas de turbas furibundas y vengativas, y una serie de discursos con pretensión reflexiva que asfixian las imágenes de manera irremediable. Laurie (Jamie Lee Curtis) está ahí, otra vez confinada al hospital que fuera centro de la secuela de 1981, pero convertida en una voz distante que desvirtúa el espíritu de su acción. No hay final girl que pueda suplir su presencia.
Aún con algunos momentos disfrutables –concentrados en la vieja casa de Myers, habitada por los divertidos Big & Little John-, Halloween Kills es una pobre continuación para un universo que no solo resistió más de cuarenta años con vitalidad, consagró el reinado de Carpenter en el terror, sino que estableció un imaginario que no merece ser desmembrado para convertirse en un mero guiño para el espectador.