Halloween kills

Crítica de Rodrigo Seijas - Funcinema

EL SINUOSO CAMINO DE LO PARTICULAR A LO GENERAL

Si Halloween era, además de una secuela del original de 1978, una relectura que se preguntaba cómo hacer un slasher en el presente, indagando en las repercusiones del pasado en las conductas actuales, Halloween kills lleva esa operación discursiva hasta el extremo. En cierto modo, hace algo parecido a Scream 2: riza el rizo, redobla la apuesta, expande su mundo y pasa de las consecuencias particulares a las generales, aunque sus resultados no son del todo redondos.

Esta continuación arranca inmediatamente después de su predecesora, luego de que Laurie Strode (Jamie Lee Curtis), su hija Karen (Judy Greer) y su nieta Allyson (Andi Matichak) dejaran a Michael Myers encerrado en el sótano de la casa en llamas de la primera. Sin embargo, Michael consigue liberarse de la trampa, escapar y retomar su habitual accionar homicida, justo cuando Laurie es incapaz de oponérsele, ya que está recuperándose de sus heridas en el hospital. En cambio, los que deciden defenderse y enfrentarse a Michael son los habitantes de Haddonfield, desde los más viejos hasta los más jóvenes. Es por eso que decidirán hacer justicia por mano propia y formar distintas patrullas ciudadanas, con desenlaces de todo tipo.

Si la figura de Curtis, con toda su iconicidad a cuestas, era el puente que utilizaba el film del 2018 para entablar un diálogo estético con la materialidad del clásico de 1978, en Halloween kills ese intercambio se extiende a la estructura narrativa, con otros puntos de vista ejerciendo sus propias lecturas. No solo otras víctimas de Michael Myers, acechadas por esa sombra siniestra que les dejó un trauma imborrable, sino también el propio Myers, con todos los enigmas que lo rodean a cuestas: sus orígenes homicidas, las motivaciones que lo impulsan, su malignidad inagotable, incluso -y quizás principalmente- su resistencia casi mítica. De hecho, la puesta en escena del director y coguionista David Gordon Green se interroga de forma constante sobre la persistencia del mito del Mal -así, con mayúsculas- y su poder a nivel íntimo, pero, fundamentalmente, social. A medida que pasan los minutos, Halloween kills va dejando cada vez más explícita su condición de meta película, de parodia reflexiva sobre el subgénero que es el slasher y sobre la propia saga de Halloween.

Ese ejercicio metalingüístico y discursivo que plantea el film, con toda su carga psicológica y sociológica -hasta podría decirse que psicosocial, por cómo aúna conceptos- es tan ambicioso como desparejo. Halloween kills despliega un abanico de personajes y subtramas que no llegan a consolidarse del todo, exhibe unos cuantos baches narrativos y cae en una solemnidad un tanto excesiva en función de plantear su tesis. Sí tiene a su favor un ritmo vigoroso, que casi nunca decae, además de un puñado de secuencias donde Green muestra su talento para crear tensión y exprimir al máximo la brutalidad innata que aflora en la figura de Myers, quizás uno de los mejores villanos que ha dado el cine de los últimos cincuenta años.

Esas virtudes son suficientes para arribar a un cierre discutible, pero, al fin y al cabo, interesante en su perspectiva, que deja las puertas abiertas para la tercera y última entrega (que se llamará, oportunamente, Halloween ends), pero que también es una clausura en sí misma, una conclusión sobre el rol de ese propagador del miedo interno y de la histeria colectiva que es Myers. Ese papel no es solo hacia adentro de la trama, sino hacia afuera, en dirección a un conjunto de espectadores que, generación tras generación, han establecido un vínculo de retroalimentación con un entramado ficcional tan fascinante como inquietante. Halloween kills le habla explícitamente a ese público y plantea varias ideas atractivas para repensar y revigorizar la saga, aunque solo de a ratos las lleva a su concreción con la solidez adecuada.