Un retorcido último capítulo para Jamie Lee Curtis
Se trata del decepcionante final de la trilogía de David Gordon Green que trae de nuevo a Jamie Lee Curtis para enfrentar a su clásico villano.
Se acordaron tarde de que había que hacer una última película con Jamie Lee Curtis y no tenían guión. La tercera parte de una trilogía que encima fuera épica y con el ansiado duelo final. ¿Pero cómo llegar a él?
Halloween: La noche final (Halloween Ends, 2022) saca un conejo de la galera para reconstruir la ya trillada secuencia de crímenes del pueblo de Haddonfield (Illinois). Una historia que ya no contaba con jugo para extraerle. Así inventa una suerte de spin-off que conecte con la trama principal, entiéndase Michael Myers versus Laurie Strode (Jamie Lee Curtis), para llegar a ese punto sobre el final. Pero lo hace con excesos de melodrama, un sobrio dramatismo y una pretenciosa moraleja.
Vayamos a los datos concretos. Michael Myers aparece recién a los 40 minutos de proyección, cuando los fanáticos del serial killer ya se estaban preguntando si se equivocaron de película. Y aparece como un fantasma, una especie de personificación del mal que se traslada al accionar de otros personajes. ¿A cuáles?
Corey Cunningham (Rohan Campbell) es un adolescente que accidentalmente mata al niño que cuida como niñero. Apertura de la película y presentación del personaje maldito, liberado por el juez pero con la condena social a cuestas que resulta peor que la legal. Y sino pregúntenle a Laurie o a su nieta Allyson (Andi Matichak), condenadas como el nuevo personaje por sus traumáticos pasados. Para colmo de males, y como si todo esto fuera insuficiente, Corey y Allyson empiezan a salir en una relación donde hay más de maldición que de amor.
Pero el gran personaje es el pueblo de Haddonfield en una evidente -tal vez demasiado- metáfora social que expresa que “es el dedo acusatorio aquel que te convierte en monstruo y no una maldad intrínseca”. De ahí surge la mejor escena de la película, justamente por no tomarse demasiado en serio a sí misma, cuando Michael Myers entra a la radio y le corta la lengua al locutor. Un guiño a los medios de comunicación como reproductores de maldad en la sociedad.
El resto es demasiado solemne, trágico y épico para ser una película de Halloween. Una manifestación ampulosa de una historia que se quedó sin tela para cortar. Por eso necesita sacar un personaje de la galera y dar todo un giro argumental tirado de los pelos para insertarlo en una trama cuyos protagonistas siempre fueron, y nunca debieron dejar de ser, Michael Myers y Laurie Strode.