Cambio de roles
Al director David Gordon Green la teoría de autor lo tiene sin cuidado; y su eclecticismo en cuanto a los temas, formas de trabajo y puntos de vista lo confirma. Además de haberse metido con diferentes tópicos y encararlos más como un artesano de la narrativa que como un autor obsesivo, se mueve entre el drama, la comedia, la acción, y, ahora, el horror. Se hizo conocido con All the Real Girls (2003) pero recién tuvo un hit con su cuarta película, la stoner comedy que es también una de tiros, Pineapple Express (2008). Además de dirigir esta nueva secuela de Halloween que desestima todas las anteriores (aunque se toma su tiempo para homenajearlas), es guionista junto con su amigo Danny McBride, más conocido en Argentina por sus participaciones en varias producciones de la nueva comedia americana que por sus buenas series de HBO con las que la pegó en Estados Unidos. La idea de ambos era hacer la secuela más fiel a la original; que Jamie Lee Curtis sea parte fundamental (tal vez como ya había pasado en H20), y que The Shape vuelva a ser el mudo asesino de niñeras y representante de la maldad de Haddonfield, tal como en 1978. Sin embargo, de la original sólo quedan ecos; ya las reformulaciones de Rob Zombie eran películas basadas en una historia muerta desde hacía décadas. En la única secuela que se percibe algo del mito original e incluso hay lugar para nuevas formas es en Halloween 2 de 1981. De todos modos, Gordon Green logra un producto superior a esa primera secuela de Rick Rosenthal (y probablemente a todas las demás). Y ello se debe seguramente a su pericia como narrador y a una reformulación de la historia producto de la coyuntura pero coherente con el relato de base y coherente también con sus herramientas estético/ narrativas que siempre están por encima del discurso.
La trama producto de la coyuntura es una inversión de roles que es la película toda. Myers hoy ya no es la maldad como fuerza de la naturaleza (al menos ya no lo es simbólicamente, aunque en la trama siga teniendo esa ambigüedad hombre/ monstruo), sino un viejo demente que escapa de las instituciones y pretende terminar la matanza que comenzó hace 40 años. Y su víctima ya no es la nerd valiente y jovencita que cumplía los mandatos tradicionalistas, sino una vieja empoderada, que también empoderó a su descendencia. Porque en esta Halloween (la tercera que lleva el título original) tres generaciones de mujeres son las que lucharán contra el machirulo Myers. Cada una a su manera; Laurie (Jamie Lee Curtis) como una guerrera con cinturonga simbólico que nunca superó el trauma y vive en una casa/ fortaleza llena de armas, su hija Karen (Judy Greer) a través del papel de la víctima que ignora el peligro y por ende descree de la paranoia de su madre, y su nieta (la casi desconocida -tal como Curtis al momento de la original- Andi Matichak) como la que regenera el vínculo entre su madre y su abuela. En esta inversión de roles en la que Laurie parece tener más deseos de matar a The Shape que éste de continuar la masacre, ya no hay espacio para el psiquiatra protector; el nuevo Loomis, el Dr. Sartain (Haluk Bilginer), que por fonética podría ser el Dr. Satán, ya no será el profeta del apocalipsis sino una especie de Dr. Frankenstein obsesionado con su criatura. La inversión entre Myers y Laurie se da no sólo conceptualmente sino desde los planos de una de las escenas iniciales (cuando su nieta la ve desde la ventana del colegio y remite a cómo Myers la acechaba a ella en la original) y se repetirá algunas veces más a lo largo de la película (Laurie saliendo de las sombras, por ejemplo). Esa misma ligadura a la coyuntura que la hace una película potente, es la que también logra que se separe del mito cinematográfico de Carpenter; y es por ello que pierda fuerza con relación a la original, de la que sólo es un eco algo divertido. Claro que tal vez no esté mal que sólo sea eso.