El regreso de la máscara más temida
Algo está claro al comienzo de la nueva Halloween, dirigida por David Gordon Green: habrá que estar atento a su vasta red de citas, referencias y homenajes. Por empezar, la película que viene a engrosar la saga creada por el maestro John Carpenter, llevando a once los títulos basados en sus personajes, replica el nombre del original de 1978. Y tanto el uso de la misma tipografía, como de la clásica secuencia en la que la cámara avanza con suavidad sobre una calabaza calada con la siniestra mueca de una calavera, marcas registradas del original, funcionan como una explícita carta de intenciones. Que esa secuencia arranque con el zapallo podrido, para mostrar en reversa su reconstitución, funciona además como anuncio del juego deconstructivo que será puesto en escena justo cuatro décadas después.
La historia empieza con una pareja de periodistas jóvenes que visitan la institución donde Michael Myers se encuentra recluido desde hace 40 años, luego de la serie de asesinatos que cometió en 1978. El dato le sirve a los guionistas, incluido el propio director y el actor Danny McBride, cara conocida de la Nueva Comedia Americana, para hacerle saber al espectador que se desentienden de las nueve secuelas, remakes, reboots y despropósitos varios que componen la serie. No es el único provecho que le sacarán a esta escena. Los periodistas quieren entrevistar al asesino y son conducidos por el doctor Sartain (el psiquiatra que lo atiende desde la muerte de su antecesor, el doctor Loomis) hasta el patio donde Myers permanece parado, en silencio y encadenado al suelo. Uno de ellos se acercará a él para comunicarle el objeto de la visita, pero ante la falta de toda reacción lo provocará, sacando de su bolsito la clásica máscara que forma parte del ADN del personaje.
La escena se desarrolla en un ambiente que empuja al verosímil hasta el filo del ridículo. ¿Es posible que dos imbéciles entren a una institución mental para hostigar a un interno tan peligroso, sin que el responsable a cargo no sólo no los saque de un voleo? Esto hace temer el inicio del descenso hacia el cine de terror más estéril, donde la cadena de acciones resulta arbitraria y la conducta de los personajes se opone a la lógica, empujada por un guión caprichoso. Pero Gordon Green demuestra contar con más y mejores recursos. A partir de la progresión dramática el director logra dotar a la escena de un doble valor, ya que por un lado planta información acerca del carácter de los personajes, pero también opera como productivo McGuffin que vuelve a vincular a Halloween con Psicosis. Un típico gesto carpenteriano.
La vuelta de Jamie Lee Curtis al rol de Laurie Strode, la protagonista, garantiza el eterno retorno. Pero en un movimiento interesante, Gordon Green la corre del usual lugar de víctima para convertirla en guerrera, aplicando la misma receta que James Camerón utilizó para la evolución de Sarah Connor en Terminator 2, o la de Ripley en Aliens. También repite papel Nick Castle, el hombre que usó la máscara de Myers por primera vez. Otra marca propia del cine de Carpenter al que recurre la película es el retrato de las instituciones estadounidenses (y sus representantes) como inútiles o siniestras. La Halloween modelo 2018, aunque lejos del original y sin ser revolucionaria (ni mucho menos), es la más interesante de la saga desde que el Maestro la inventó en 1978.