I’m loving it
Probablemente Hambre de poder (The Founder, 2016) hubiera tenido más impacto si se hubiera realizado hace cuatro o cinco décadas, cuando McDonald’s aún no era un ícono del “burdo mercantilismo” que temían sus dueños originales - los hermanos McDonald - y las películas de denuncia corporativista estaban en boga. ¿Asombra en 2017 el mugriento detrás de escenas de los Arcos Dorados?
El “fundador” del título es Ray Kroc, a quien al día de hoy se lo puede ver grabado en placas de bronce en todas las sucursales de McDonald’s. Las placas versan que McDonald’s fue fundado en 1955, cuando en realidad fue 1940; que fue fundado por Kroc y no por los hermanos Dick y Mac McDonald; que la primera sucursal fue en Des Plaines, Illinois y no San Bernadino, California. La única verdad que hay en esas placas es que la franquicia debe su existencia a “la persistencia y el liderazgo” de Kroc. Eso es innegable. Hambre de poder es la historia de cómo Kroc le robó el sueño, la fórmula y eventualmente el nombre a Dick y Mac.
A principios de los 50s, Kroc (Michael Keaton) es un vendedor ambulante frustrado que da con el restaurant de Dick (Nick Offerman) y Mac (John Carroll Lynch) McDonald como quien encuentra un oasis en un desierto. Kroc queda fascinado con el singular restaurant, que no depende de mozos, utiliza material descartable y entrega la comida en 30 segundos. Los hermanos le hacen el tour por la cocina, en la que han coordinado un “ballet de eficiencia” con jóvenes uniformados y maquinaria artesanal, y luego le cuentan la historia detrás de la fundación, inspirada en la economía de la Gran Depresión: comida barata de comprar y aún más barata de hacer.
Kroc queda cebado. Sabe que los hermanos están sentados en una mina de oro y que por falta de ambición no la han explotado al máximo. El modelo está tan perfectamente planeado y mecanizado que basta con reproducirlo ad nauseam. Kroc se escurre dentro del negocio familiar y se dispone a establecer la franquicia a lo largo del país, cortando esquinas por todos lados y comprometiendo el estándar de calidad. Lentamente va apropiándose del mito detrás del restaurant y peleándose con los hermanos, cuyo naif idealismo da lástima al lado de la voracidad corporativa de Kroc.
John Lee Hancock escribe y dirige. Es una historia interesante, pero el centro de atención es Michael Keaton. El actor está celebrando una suerte de retorno desde Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia) (2014), revalorado como un perdedor adorable. En cierto sentido Hambre de poder invierte su papel: en vez de buscar una antigua gloria reconectándose con su pasado, roba el pasado de otros hombres para fabricar su propia gloria en el futuro. Siempre hay algo patético e inmaduro en la actuación de Keaton, y un poco de narcisismo, pero aquí lo vemos por primera vez como un ser envidioso y despiadado. Esta vez no está enamorado de sí mismo, sino de una visión ajena que requiere robar el negocio de una familia e incluso la esposa (Linda Cardellini) de un socio.
Es una lástima que Hambre de poder no trata específicamente sobre Kroc, sino sobre el proceso largo, lento y minucioso según el cual se apropió de un negocio familiar. Quizás demasiado largo, lento y minucioso; la película a veces parece un documental de sí misma a medida que se dedica a explicar y retratar con lujo de detalle la corrupción del restaurant familiar en la ubicua cadena de comida chatarra que todos conocemos hoy en día. Suena conmovedor, hasta trágico, pero la película no repara en sentimentalismos ni se molesta en ahondar demasiado en los personajes. Tampoco hay demasiado conflicto en el camino - los hermanos ofrecen una resistencia patética, y los tecnicismos que obstaculizan el camino de Kroc son resueltos con otros tecnicismos que por más ingeniosos que sean no se prestan mucho a dramatizar la historia.
¿Qué motiva la megalomanía de Kroc? Vemos que es un admirador de Henry Ford y hay indicios de que desea pertenecer a la clase alta. ¿Pero qué hay detrás de los discos motivacionales que escucha todas las noches? ¿De dónde sale la crueldad con la que empieza a comportarse? Keaton interpreta al personaje con magnetismo, pero aprendemos poco sobre él. Quizás porque quién fue es menos interesante que lo que hizo. Quizás esta es la forma en la que John Lee Hancock elige contar los orígenes del corporativismo impersonal en Estados Unidos - retratando a un ser impersonal. Kroc parece ser un agente del destino dentro de una historia que lo excede, que tiene poco y nada que ver con él, pero que necesita la única cosa que era genuinamente suya - la persistencia - para ser contada.