El despertar de un héroe.
Nueva entrega de una de las sagas más exitosas de la historia del cine. Star Wars vuelve para proponernos otro spin-off como ocurriera con Rogue One hace dos años, pero esta vez haciendo foco en la historia desconocida de una de sus figuras más emblemáticas. Por primera vez interpretado por otro actor que no sea Harrison Ford, Han Solo vuelve a la gran pantalla de la mano del joven Alden Ehrenreich (Blue Jasmine, Hail, Caesar!), en cuyas manos está la enorme responsabilidad de contarnos los orígenes del piloto rebelde más famoso.
Hace ya varios años que la aparentemente concluida saga de Star Wars tuvo un renacimiento cinematográfico cuando la productora de su creador George Lucas, LucasFilm, unió fuerzas con Disney para así proponernos una continuación de las aventuras de Luke Skywalker y compañía. El año 2015, con el estreno de El Despertar de la Fuerza, fue el momento señalado para uno de los regresos fílmicos más esperados en lo que llevamos de este siglo. Y si bien la mencionada cinta daba continuidad a la historia de los Jedis y la Fuerza avanzando en términos cronológicos (estamos hablando del Episodio VII de la saga), el acuerdo Lucas-Disney estipulaba un estreno mínimo de películas que iban más allá de la línea marcada por los Episodios, es decir aquellas historias troncales de la franquicia. Finalmente ese asterisco en el contrato vio la luz en 2016 con el primero de los agregados al universo Star Wars que no iban a contar con esa denominación episódica, no iban a empezar con la música característica y el texto introductorio fugándose en el horizonte espacial en lo que fue el primer spin-off o desprendimiento en el mundo de La Guerra de las Galaxias. Estamos hablando de Rogue One, película que cuenta todo lo que ocurrió para que Leia se hiciera con los planos de la Estrella de la Muerte, momento en el que inicia Episodio IV: Una Nueva Esperanza.
Lo que propone este segundo spin-off es hacer foco en un personaje en especial, ese que le da título a la cinta. Y si bien hay varios personajes emblemáticos de la saga cuyas vidas conocemos prácticamente de cabo a rabo (los Episodios I, II y III se encargaron de buena parte de esto), todavía quedan algunos que nos fueron introducidos “ya de grandes” y cuyos orígenes permanecen en las sombras. Ese es el caso de Han Solo y qué mejor que arrancar por él para empezar a echar algo de luz sobre esas sombras.
En términos de sinopsis, luego de ver la película queda la sensación de que tanto para el fanático como para el que no lo es tanto vale la pena conocer poco y nada de esta historia e ir descubriéndola en la misma sala de cine. Lo único que tenemos que saber es que conoceremos el origen de Han Solo: dónde nació, quiénes eran sus seres más cercanos antes de conocer a Luke, Leia y el resto de la rebelión, cómo fue que conoció a Chewbacca y a Lando Calrissian y si hubo algo en su pasado que lo moldeó para convertirse en el arrogante y talentoso piloto de buen corazón que conocimos en 1977 de la mano de Harrison Ford. Claro que hay una aventura de por medio y a gran velocidad a bordo del Halcón Milenario pero esa es la parte que le dejo al espectador.
El análisis de la película es otra cosa. Y lo primero que hay que decir es que Han Solo: Una Historia de Star Wars cumple en todos los aspectos. Empezando por el más importante de todos, en una película donde el relato de los hechos queda de lado en comparación con esos elementos circundantes que el fanático va a buscar, vale decir que Alden Ehrenreich es de lo mejor de la cinta. Con un trabajo sólido, convincente y sostenido a lo largo de toda la historia, este joven actor consigue algo muy difícil al proponer un Han Solo irreverente, carismático y temerario como vimos en la versión de Harrison Ford pero a la vez imprimiéndole a esa personalidad una cuota de ingenuidad, temor por momentos y una esperanza en la humanidad y en el amor que el Han adulto sabemos que transformó en cinismo, sarcasmo y una buena cuota de comentarios ácidos. Es como si Ehrenreich construyera el personaje hacia atrás. Magnífico.
Y después, lo clásico. Momentos graciosos, momentos tensos, momentos épicos que solo una saga como Star Wars puede lograr a partir de la mera aparición en pantalla de figuras como Chewbacca, Lando y el propio Halcón Milenario y un buen grupo de personajes nuevos que refuerzan, con su relación con los protagonistas, ese recurso de construir en reversa el carácter de aquellos que conocemos de las películas previas. Buenos efectos visuales, una linda aventura principal, excelentes giros finales (y vale hacer foco en el plural de giros) y la cuota justa de guiños y referencias con una aparición no menor llegando al epílogo le terminan de dar forma a una producción complementaria que sin ser Rogue One, tal vez la mejor película individual de todo el universo Star Wars, se erige como una historia digna de llevar en su título “a Star Wars story”.