No se trata ya sólo de la franquicia más grande, costosa y recaudadora de la historia del cine, sino también de cómo logra reinventarse y ofrecer opciones narrativas sin traicionar el universo creativo al cual pertenece. Sin embargo, en este sentido puede haber puntos altos y bajos, como en todo bah. Por eso quedó un gran signo de interrogación al quedar elegido Ron Howard para dirigir “Han Solo: una historia de Star Wars”. Está claro que al responsable de “Un horizonte lejano” (1992), “Una mente brillante” (2001) y “Apollo” 13 (1995) le sobra pasta de narrador, pero el ingreso de J. J. Abrahams desde “Episodio VII” (2015) a esta parte sacudió todo el universo de Star Wars y adquirió tintes más modernos en el pulso y la tensión dramático-narrativa que tenía hasta ahora. Se respira un aire de tensión épica distinta, efectista incluso, por lo cual en este caso, siendo el protagonista de la historia uno de los personajes más icónicos de toda la saga, la designación del director podría asumirse como riesgosa; como un paso al costado de las nuevas propuestas. También es cierto que los guionistas son los originales de hace casi de cuarenta años: Lawrence Kasdan y George Lucas (a los que se suma Jonathan Kasdan) ¿por qué no iban a buscar un director en la misma línea?
La trama tiene a Han Solo (Alden Ehrenreich, lejos del carisma natural propuesto por Harrison Ford en su momento) de muy joven, bastante antes de unirse a la rebelión contra El Imperio y, si se quiere, un poco más idealista que el contrabandista antihéroe que conoceremos después en el sentido de estar, por ejemplo, dispuesto a unirse al ejército para ir en rescate de su novia Qi’ra (Emilia Clarke) de la cual lo separan al principio.
De ahí en más será cuestión de ver cómo conoce y se une con su fiel compañero Chewbacca (Joonas Suotamo) y en qué circunstancias puede lograr su objetivo. De desertor pasará a pirata junto a una banda comandada por Beckett (Woody Harrelson), con quienes debe tratar de conseguir un elemento altamente explosivo para entregarlo al villano de turno, Dryden Vos (Paul Bettany), aliado con los que están formando El Imperio. Al entrar a un bar galáctico y sumarse a un juego de naipes galácticos, con música galáctica de fondo, también conocerá a Lando Calrissian (Donald Glover), en una escena que bien puede ser una suerte de sinécdoque de la impronta de este estreno:
“Han Solo: una historia de Star Wars” es un western hecho y derecho con todos los elementos del mismo, y hasta con alguna vuelta de tuerca al final, pero claramente una de cowboys (en el espacio).
Esa decodificación no es para nada difícil con escenas como las ya mencionadas, y en este punto uno se pregunta sobre las ventajas de llevar esta historia hacia ese registro en contraste con el relanzamiento de la franquicia. Es más, esta película es tan “ochentosa” como “El regreso del Jedi” (Irvin Kerschner, 1983), o sea con menos espejitos de colores que las últimas entregas pero más aferrada al relato tradicional. De hecho algunas escenas se hacen lentas y hasta innecesarias. Por supuesto que para algunos fanáticos será una forma de atar cabos en la vida de Han Solo, aunque estos tengan matices de diferente factura y de calidad opuesta. Por caso, el primer encuentro entre Han y Chewbacca es notable y muy gracioso. Todo lo contrario al momento en el que “nace” el famoso apellido, usando como excusa una traducción al español de la palabra alone (faltaba Deadpool rompiendo la cuarta pared al grito de: “¡esto es pobreza de escritura de guión1”).
Globalmente estamos frente a un producto entretenido que trata de hacer equilibrio, apoyado en la misma proporción entre la ansiedad generada por conocer cómo aparece la figura de Han en toda la saga y un relato que apenas logra estar a su altura. Es eso. Una historia más.