Star Wars al banquillo de suplentes
Los responsables de Star Wars -como cualquier entrenador de un equipo- están probando en el campo de juego todo proyecto que espere en el banco de suplentes. Es así como al agotado ícono pop le llegó el momento de los desprendimientos o spin-offs, que no comenzaron y siguieron con Rogue One y Solo sino que tuvieron su punto de partida en las olvidables La Aventura de los Ewoks y Ewoks: La batalla de Endor, sumadas a las animaciones Clone Wars, entre otras.
El spin-off funciona como una especie de film amorfo, anexo y de conexión entre episodios; o simplemente funciona como Solo: a diferencia de lo visto en Rogue One, aquí tenemos una saga secundaria sobre un personaje que intervino en la saga original (uno de los más queridos, además). Solo no justifica demasiado este vínculo salvo por la irrupción de una escena en particular que ubica al spin-off en tiempo y espacio con el resto de los episodios, así como ocurriera con Rogue One y su final pre-Episodio IV.
Vale analizar el sentido del asunto. El Han Solo interpretado por Harrison Ford ya contaba con matices bastante explotados a lo largo de cuatro episodios. Pasó por facetas de aventuras, amistad, romance, fracaso, comicidad y paternidad conciliadora. El spin-off está adquiriendo la función de explicar excesivamente aspectos que, por razones inherentes a la estructura de un film, suelen dejarse incompletos, generando baches argumentales que luego deben ser llenados por el espectador.
En Han Solo: Una historia de Star Wars nada de esto sucede. Vemos cómo un Han Solo interpretado muy dignamente por Alden Ehrenreich (el mismo de Tetro) se carga el film al hombro, justamente él solo. Una especie de Indiana Jones desfachatado, más que el arrogante mercenario de la Star Wars original.
El protagonista interactúa a duras penas con tres o cuatro personajes que no alcanzan a suscitar una mínima empatía. Encontramos a un Woody Harrelson desaprovechado, en una labor realizada a desgano; a Emilia Clarke (Qi’ra) como el aporte sentimental e intentando seguir el ejemplo de Felicity Jones en Rogue One (pero sin poseer en absoluto el mismo desarrollo fuerte) y a Paul Betanny como un villano sin mucha maldad.
Sí, aparece Chewbacca: presenciamos el momento en que se conocen, origen de una unión que se irá in crescendo a lo largo de toda la saga. También está Lando Calrissian, dueño de El Halcon Milenario, interpretado por Donald Glover. El actor y cerebro de Atlanta es, junto a Ehrenreich, lo mejor del film y quien tira los gags más ingeniosos.
Ron Howard, a cargo del proyecto, entregó un producto efectivo. Se nota su comodidad al estar rodeado de un grupo con el que suele trabajar, como Bettany, Warwick Davis, un Lucasfilm sin Lucas y hasta su hermano Clint. Seguro saldrán del banco de suplentes nuevos spin-offs y secuelas, reclamando al fanático de Star Wars que siempre apoyará al equipo, incluso cuando juegue mal, hasta que llegue el día en que se dé cuenta de que el campeonato terminó hace rato.