No solemos comentar cuestiones de producción en esta columna, dado que lo que nos importa es el resultado final, lo que el lector va a ver -o ya vio- en la sala. Pero en este caso es importante. Esta película, spin-off de la saga Star Wars que cuenta la juventud del personaje que hizo famoso Harrison Ford, iba a ser dirigida por dos gigantescos comediógrafos, Chris Miller y Phil Lord, famosos por La gran aventura Lego y las dos sátiras de Comando Especial. Iba a ser una comedia de aventuras, pues, loca pero fiel a la mitología. Los echaron cuando la película estaba bastante avanzada y llegó ese artesano competente que es Ron Howard. El resultado tiene buenos momentos y otros, potencialmente grandes que, se nota, quedaron a mitad de camino de lo que debían ser. El elenco está lleno de tipos que saben mucho de comedia (Donald Glover, Harrelson) y sí, no hay traiciones al legado de la querida saga. Pero se nota que en el medio hubo sobreabundancia de ingenieros y reparadores de guión para adecuar lo que debió haber sido un soplo de aire fresco en el mundo del blockbuster y quedó como una película más, agradable de ver y entretenida, pero donde lo bueno queda solo en semilla, sin terminar de dar frutos. Una pena: Han Solo siempre fue el toque de diversión humana en La Guerra de las Galaxias. Las secuencias de acción, de todos modos, se ven muy bien: Howard es un tipo de mano clásica y eso es para agradecer.