Recién en la segunda mitad de Han Solo: Una historia de Star Wars el protagonista, aquí, joven, tiene algo que no hereda -porque Harrison Ford lo encarnó en su mayoría de edad-, pero que sí le vimos antes. La manera en la que empuña su pistola.
También, antes de que supiésemos que sería el cuñado de Luke Skywalker -y todavía antes de que llegaran los tiempos del empoderamiento, con la Princesa Leia a la cabeza-, Han Solo era el héroe a imitar. Entrador y simpático, solidario y galán, el mercenario y contrabandista rebelde tiene todo para ganarse el corazón del público.
No tiene sangre real. Es uno más de nosotros.
En manos de Phil Lord y Chris Miller (La gran aventura Lego) uno preveía que Han Solo: Una historia de Star Wars podía ser un festín. Humor, sí, guiños también, pero que los jóvenes iban a darle una vuelta de tuerca de 360 grados. Ya es historia: los despidieron tras rodar el 75% y le dieron la posta a Ron Howard, quien debió luego de su corte final hacer retomas por tres meses. El guión lo coescribieron Lawrence Kasdan y su hijo Jonathan: esto es, Lucasfilm apostó por lo conocido, por la vieja guardia, y si quieren renovación y cambio, mejor vayan a otra sala.
Está, sí, cómo Han conoce a Chewbacca, a Lando Calrissian (Donald Glover), al jefe criminal Dryden Voss (Paul Bettany) y la relación que tiene con Tobias Beckett (Woody Harrelson). Se explica por qué se llama Solo, hay guiños y apariciones de personajes que veremos en otras películas de la saga troncal.
Pero nada de spoilers.
Han Solo: Una historia de Star Wars tiene la estructura del western. Del western clásico, como Silverado, que dirigió Kasdan padre. Es un grupo de subversivos e indomables (aunque del Imperio se vea poco), y haya duelos a pistola limpia, asaltos a trenes y corridas.
Hay un protagonista excluyente, pero quienes lo acompañan hacen más que eso. No es que cada uno de ellos vaya a tener su propia saga -para qué tirar ideas-, cuando tampoco se sabe si Han Solo será solo una película.
Alden Ehrenreich -quien vino a rodar Tetro, de Coppola, a la Argentina- tal vez no tenga demasiado carisma, Pero en ¡Salve, César!, de los Coen, jugaba a la comedia como un pésimo actor, y aquí no desentona.
¿Si esperábamos más de Han Solo? ¿Que Q’ira (Emilia Clarke, de Game of Thrones) no es ni por asomo una mujer de la que Solo pudiera enamorarse? Es cierto. Tanto como que la película arranca un tanto desconcertante -se entiende por la cantidad de manos que intervinieron- y que levanta vuelo como el Halcón Milenario en su segunda mitad.