La bella Saoirse Ronan brilla en un film que se excede en el cruce de géneros, que van del cuento de hadas al espionaje
¿Es el exceso de ideas algo malo? La respuesta inmediata sería que no. Por supuesto que nadie puede decir que mucha creatividad sea perjudicial para la expresión artística, y sin embargo eso es exactamente lo que impide que Hanna sea una mejor película de lo que es. El cuarto largometraje del director británico Joe Wright ( Orgullo y prejuicio ) es al mismo tiempo un cuento de hadas deforme, un relato de iniciación, tiene algo del cine de espías y una pizca de ciencia ficción. Tantos elementos conforman un collage que en lugar de destacarse por sus diferencias terminan anulándose entre ellos. Y en el centro de la tormenta de ideas está la historia de Hanna, la nena criada en el bosque helado para ser una sobreviviente y, consecuentemente, una asesina perfecta. Entrenada por Erik (Eric Bana), padre taciturno, intenso y ex agente secreto, la adolescente rubia, bella como una princesa de cuento, decidirá que está lista para salir al mundo, aunque más allá de la soledad nevada la espere la bruja mala. Exagerando la búsqueda de suspenso al no entregar demasiado de la historia, el guión queda en segundo plano frente al cuidado diseño de producción, la fotografía y la gran banda de sonido creada por The Chemical Brothers. Claro que cuando al realizador parece importarle más armar secuencias impactantes y bellas -aunque con cierta tendencia a la frialdad- que la historia que decidió contar, algo no funciona en el film. Lo contrario ocurre con su actriz protagónica. Saoirse Ronan interpreta a Hanna con la cantidad justa de expresividad que las experiencias de esta niña asesina, adolescente desesperada por algo de normalidad, necesitaban. Que su carisma frente a las cámaras es sorprendente queda demostrado cuando consigue ser siempre el centro de la escena, se trate de momentos de intensa acción como de otros más íntimos, como ese en el que descubre la música en un oasis marroquí. Y hasta logra quitarle fuerza a Cate Blanchett -que interpreta a la malvada bruja y agente secreto-, una de las actrices con mayor presencia escénica del cine actual.
Lejos de la trampa de la vergonzosa Sucker Punch - otro film de chicas de armas blandir-, que confundía explotación femenina con liberación e igualdad, Hanna , a pesar de sus excesos, respeta la dignidad de su personaje central: la princesa asesina que quería vivir.