Empecemos por los problemas -varios- que tiene HANNAH ARENDT, la película de Margarethe Von Trotta sobre la vida de la célebre filósofa alemana. Se trata -no hay forma de decirlo de otra manera- de una película vieja, rudimentaria, que atrasa 40 años en construcción dramática y narrativa, y que usa y abusa de procedimientos típicos de un perimido cine de “qualité”. Es una película cinematográficamente vacía de ideas.
Sin embargo, es un filme sobre el mundo de las ideas. Y es ahí donde se produce el mayor conflicto de la película, el que le da -al menos en su segunda mitad- algo de interés y poder. Hay, claro, recursos biográficos que aparecen aquí y allá (los flashbacks centrados en la relación entre una joven Arendt y el filósofo Martin Heidegger, que luego apoyaría al nazismo; su problemática vida sentimental) y que responden a ese criterio, pero finalmente la película elige centrarse en un debate ideológico.
HANNAH-ARENDT-1702En ese sentido, es una pena que Von Trotta no haya sido lo severa que fue Arendt y que, en lugar de armar un pastiche de pronunciamentos obvios e imágenes pasteurizadas, no se haya atrevido a hacer una película a la altura de la complejidad y rigurosidad de su personaje. Como película, HANNAH ARENDT se parece más a los críticos de la pensadora que a ella misma: simplifica lo que dice, convierte su analítica prosa en una serie de pronunciamientos obvios y genera a partir de eso fuertes malos entendidos.
No es una película que carezca de valores, al contrario. Pese al excesivo maquillaje, Bárbara Sukowa tiene el magnetismo suficiente como para llevarse puesta la película, magnetismo que uno imagina tenía también la propia Arendt. Y el debate que se genera a partir de la publicación en la revista New Yorker de sus cinco artículos sobre el juicio a Adolf Eichmann en Israel (publicados luego como el libro Eichmann en Jerusalem: un estudio sobre la banalidad del mal) tiene la suficiente riqueza como para motivar que uno quiera profundizar sobre el tema. En ese sentido, la película funciona como una entrada simplificada al mundo de Arendt, siempre y cuando genere el suficiente interés como para que el público quiera saber más.
hannah-arendt-278151lEl debate -en el filme- tiene más que ver con la acusación que Hannah hace a los líderes del pueblo judío de haber colaborado con los nazis o no haber sido lo suficientemente fuertes como para confrontarlos. Asegura Arendt allí que, de haber actuado estos líderes de otra manera, los muertos habrían sido menos. Esa “acusación” (retomada y discutida por su enemigo declarado Claude Lanzmann en EL ULTIMO DE LOS INJUSTOS, su más reciente filme) es, dentro de otras simplificaciones, la que la transforma en “persona non grata” de la comunidad judía norteamericana.
Claro que a ese concepto hay que unirlo al otro, al más fuerte y que más transcendió: el de la “banalidad del mal”. Como se sabe, lo que llamó más la atención a Arendt de Eichmann (sí, el nazi que fue capturado en Argentina) fue su discurso de funcionario público gris que decía solo cumplir órdenes legales y que sólo se hacía responsable de su pequeña parte de un proceso casi mecánico y burocrático, por más que ese proceso constituía poner a millones de personas en trenes rumbo a su segura muerte.
Hannah-ArendtArendt quiso discutir la idea de la “monstruosidad nazi” como una suerte de desorden psicológico y llevarla a un terreno en el cual muchísimas personas “normales” podrían cometer esos actos en función de una lógica de “agradar”, “pertenecer” o no confrontar las órdenes que les son dadas, algo que seguramente puede haberles pasado a muchos alemanes. Pero nunca fue la idea de Arendt exculpar a estos “funcionarios del mal” sino, por el contrario, reclamar un grado de introspección y de análisis (Eichmann no piensa por sí mismo, escribía) en los participantes activos de este tipo de fenómenos. El Mal no está solamente en “esos tipos” que apoyan sus actos en teorías y conceptos (los antisemitas, en este caso) sino en los burócratas y funcionarios que cumplen esas medidas sin medir sus consecuencias.
Este concepto, sumado a su acusación a los líderes de los consejos Judíos y -también- a su crítica a que el juicio se haga en Israel (y a la forma de “secuestrar” a Eichmann) la convirtió en una paria intelectual, algo que el filme muestra muy claramente cuando es echada de su cátedra, rechazada por sus amigos y criticada hasta por sus seres más queridos. Sin salir de sus esquematismos de puesta en escena y construcción dramática (hay que reconocerle que no cae en sentimentalismos típicos del cine biográfico), la película de la directora de LAS HERMANAS ALEMANAS y ROSA LUXEMBURGO crece sobre el final al transitar por ese debate, por más que tome sus aristas menos ambiguas.
De cualquier modo, a los que estén realmente interesados en el concepto y en el tema que trata el filme, les recomiendo que vean EL ESPECIALISTA, el extraordinario documental de Eyal Sivan realizado con imágenes extraídas de más de 350 horas de grabaciones del juicio a Eichmann (que se ven, por momentos, en el filme). Puro, duro y no adulterado, podrán entender más claramente los conceptos de los que habla Hannah Arendt.