Aquella pensadora que iluminó el mal
El film de la misma directora de Rosa de Luxemburgo retrata la cobertura que la gran filósofa hizo del juicio a Eichman en Israel, y que le valió duras críticas. La valentía y la naturaleza misma del acto de pensar se ponen en escena.
En una carta fechada el 3 de octubre de 1963, dirigida a su gran amiga la novelista Mary McCarthy, Hannah Arendt, escribe una serie de reflexiones a propósito del impacto negativo provocado por sus escritos para el "The New Yorker" sobre sus hipótesis en relación al juicio a Adolf Eichmann, coronel de la S.S., juzgado en Jerusalén. Allí se puede seguir de cerca lo que cuenta el film Hannah Arendt, sobre esta mujer nacida en Alemania, de origen judío, quien hoy está considerada una de las figuras más representativas de la filosofía del siglo XX.
En uno de estos párrafos, Hannah Arendt le señala a Mary Mc Carthy: "¿Por qué el papa jamás protestó públicamente por la persecución primero y la exterminación de los judíos después?". La gran pensadora señala: "Lo repito: el tema de la resistencia judía planteado en lugar de la verdadera cuestión, a saber, que cada uno de los miembros de los Consejos (en el film: líderes de grupo) tenía la posibilidad de no colaborar". O bien: "Una defensa de Eichmann, que según dice yo escribí, sustituye a la verdadera cuestión: ¿qué clase de hombre era el acusado y hasta qué punto nuestro sistema jurídico es competente en el caso de estos nuevos criminales que no son los criminales comunes?".
Es admirable cómo a lo largo de casi dos horas se puede ir construyendo aspectos relevantes de un modo de pensamiento respecto no sólo del "caso Eichmann", sino de la degradación a la que somete un sistema totalitario, la reducción y la simplificación de la condición humana, su exterminio moral y psicólogico, la peligrosidad del accionar del burócrata.
La construcción que del personaje logra la actriz Barbara Sukowa, quien igualmente había interpretado a Rosa Luxemburgo en el film homónimo de la realizadora, de 1986 es realmente admirable.
En ese recorte temporal que el film propone, los primeros años 60, y desde algunos flashbacks que muestran su admiración, primero, y luego su contradicción respecto de la tan polémica figura del filósofo Martin Heidegger, el personaje de Hannah Arendt se muestra desde una perspectiva que permite al espectador anteponer los aspectos más descriptivos y conceptuales, pasando a segundo plano los aspectos más domésticos de su biografía. Sí, en cambio, está presente su grupo intelectual, con el que ya, desde el inicio, se vislumbran, ciertas divergencias. Y por sobre todo, su entrañable vínculo con Kurt, su gran amigo con quien se reencontrará en Israel y frente a quien vivirá uno de los momentos más angustiantes del relato. Siempre presentes su amiga Mary y su amado esposo, como asimismo su asistente. Y también sus jóvenes alumnos, a quienes les hará llegar en la más contundente, necesaria, casi didáctica pero trascendental secuencia su concepción sobre la categoría de lo que hoy conocemos y se nombra como "la banalidad del mal".
El guión contempla la mención al pasado de esta admirada doctora en Filosofía y de la Teoría Política contemporánea, en lo que respecta a su partida de Alemania en el 33, para pasar a Praga, Ginebra, París y terminar en el centro de detención de Gurs y escapar, años después, a Estados Unidos. El film de la realizadora de Las hermanas alemanas se articula en base a una imagen que se presenta de manera constante, enfatizando, tal vez, la naturaleza misma del acto de pensar: Hannah en soledad, en este caso en espacios no muy iluminados, fumando, en actitud de repliegue sobre sí misma; de manera instrospectiva, entregada a sus reflexiones; acto que en el caso de ella está permanentemente ligado al compromiso y a la responsabilidad, a la construcción misma de los días por venir, tal como se lo proyecta serenamente, pero con énfasis, a sus alumnos.
Desde una actitud distanciada, no manipuladora ni efectista, los momentos que organizan la secuencia a Adolf Eichmann plantean un juego de montaje entre el espacio que representa la ley y los medios periodísticos y en el que se encuentra, junto a sus custodios, el acusado, valiéndose del formato documental. Así, esta figura, uno de los tantos organizadores de la llamada "Solución Final" y encargado del control del movimiento de las deportaciones hacia los campos de exterminio, comenzará a ser interpelado. Y será a partir de sus respuestas, dadas impasiblemente que Hannah Arendt irá construyendo una serie de conceptos sobre el mediocre, el burócrata, el que no distingue.
Los mismos interrogantes, en relación con el pensar y el permanecer ajeno, diferenciando, planteando la necesidad del juicio crítico, alcanzan en el film a la figura de Martin Heidegger. Y estas preguntas son escuchadas en el film desde la voz desde la propia Hannah, como desilusión y reproche, a ese maestro a quien había conocido en 1925, amado; pero quien tiempo después saludaría al régimen y pasaría a ser, desde su carácter de afiliado, defensor de su doctrina, colaboracionista, y portavoz, desde su lugar como rector de la Universidad de Friburgo, nombrado directamente por Hitler.
Los escritos de Hannah Arendt organizan, ya desde 1929 y hasta después de su muerte acaecida en 1975, un conjunto de textos, una biblioteca autoral, que abren espacios a investigaciones permanentes en los campos de los estudios filosóficos, políticos, sociológicos; destacándose sus obras sobre el orden ético, la violencia, los fascismos. El film de Margareth von Trotta tiene como punto de partida el libro Eichmann en Jerusalén.