Aproximación didáctica a un personaje trascendente del siglo XX
Margarethe Von Trotta había dirigido a Barbara Sukowa en varias oportunidades, entre otras su célebre “Rosa Luxemburgo”. Gran parte de sus films retratan a fuertes personajes femeninos por lo que era bastante lógico esperar que la realizadora convocara a la también actriz de Fassbinder en “Hannah Arendt”, su más reciente producción. Desde “La promesa” (de 1994), pasaron varios largometrajes más, aquí no estrenados, por lo que han transcurrido casi veinte años sin films de Von Trotta en nuestras latitudes.
En verdad no se trata estrictamente de una biografía de la autora de “Los orígenes del totalitarismo” sino más bien de un extenso episodio de cuatro años (1960 a 1964) de su vida, durante los cuales tuvo lugar el secuestro (escena inicial de la película), juicio y ejecución de Adolf Eichmann. Pero el tema central que “Hannah Arendt” trata de dilucidar es la repercusión que tuvieron los artículos que publicara en la prestigiosa “New Yorker”. Fue ella quien se ofreció a actuar como periodista del conocido medio, convenciéndolos para que la enviaran a Jerusalén como corresponsal. Sus directivos no imaginaron el revuelo que causarían sus colaboraciones escritas incluyendo el libro “Eichmann en Jerusalem” y la famosa frase “la banalidad del mal”, que el distribuidor local acertadamente agregó al título local del film.
Las escenas del juicio en Israel han sido acertadamente recreadas yuxtaponiendo imágenes reales de Eichmann dentro de una cabina de vidrio, declaraciones de testigos (en blanco y negro) con otras, mostrando a los periodistas y autoridades del proceso (en colores). De esa manera se evitó la necesidad de contar con un actor en el rol del asesino, algo innecesario cuando ya las imágenes reales resultan tan contundentes al mostrarlo negando categóricamente que hubiera participado de la exterminación de los judíos.
Entre varios personajes reales conviene destacar al amigo Kurt Blumenfeld, que ella reencuentra a su llegada a Jerusalén y donde éste se ha establecido. Hacia el final una escena dramática nuevamente en Israel mostrará como los escritos de la ocasional periodista habrán afectado la sólida amistad pasada. Es interesante mencionar que Michael Degen, el veterano actor que personifica a Kurt, ha escrito una apasionante autobiografía conocida como “No todos eran asesinos” (Una infancia en Berlín), donde revela como sobrevivió escondido en su ciudad natal, junto a su madre durante toda la Segunda Guerra Mundial. El texto es además una reivindicación de una parte de la población alemana que, no estando de acuerdo con el nazismo, arriesgó su vida cobijando a judíos como el propio Degen.
Heinrich Blucher, el segundo marido de Hannah, es otro de los personajes centrales de la trama. Axel Milberg, quien lo interpreta se luce mostrándolo como era en la vida real. Políticamente comunista, con una diferente visión a la de su esposa, mantuvo a pesar de eso una convivencia armónica.
Entre los personajes femeninos sobresale Mary McCarthy, su gran amiga y exitosa escritora norteamericana (“El grupo”), con una destacada interpretación de Janet McTeer, que fuera nominada al Oscar en dos oportunidades (“Tumbleweeds”, “El secreto de Albert Nobbs”).
Julia Jentsch (“Los edukadores”, “Sophie Scholl: los últimos días”), secretaria de Arendt, tiene menos oportunidades de lucirse en el rol de Lotte e incluso, en una escena donde lee la indignada carta de una lectora, roza la sobreactuación.
Otros personajes importantes son los que encarnan Ulrich Noeten (dos veces como Himmler en “La caída” y “Mi Fuhrer”), aquí como Hans, Nicholas Woodeson como William Shawn del “New Yorker” y Klaus Pohl como Martin Heidegger. A este último la película lo muestra sobre todo en los flashbacks cuando Hannah era su alumna y luego amante. Esta etapa por si sola podría justificar otro film sobre todo por que, como es de público conocimiento, abrazó la ideología nazi decepcionando a su mentor (Edmund Husserl, que era judío) y a Karl Jaspers.
Una reciente y muy sustanciosa biografía del alemán Alois Prinz y que lleva el nombre de “Hannah Arendt” o “El amor al mundo” describe su vida desde su nacimiento en Hannover (14 de octubre de 1906) hasta su fallecimiento en 1975. Aporta muy interesante información sobre cómo logró salir del campo de detención en Gurs, Francia y sobre su extensa vida en los Estados Unidos. Al referirse a la “banalidad del mal” Prinz señala los intentos de Hannah para explicar por qué el “mal” parece tan “banal”. Ella no creía que alguien fuera malo por tener mal corazón y que ello no tenía que ver con la inteligencia o la estupidez. Pensaba que el origen del mal estaba en el pensamiento y al igual que en la película hay una referencia al “diálogo mudo” (“Stummes Zwiegesprach”) según lo expresara Sócrates. Sería muy deseable y bastante probable que la obra sea traducida al inglés y quizás al castellano.
Dado que todo ya pertenece a la historia no se comete ninguna infidencia al revelar al potencial espectador que los escritos y declaraciones de Hannah Arendt decepcionaron a muchos de sus colegas y amigos, como se muestra en el film, y que probablemente fueron mal interpretados. Aunque sin duda, una de las cuestiones que más irritaron a parte de la comunidad judía fueron las referencias que ella hizo de los “consejos judíos” (“Judenrat”), los que actuaron dentro de los campos como nexo entre sus desdichados pobladores y los victimarios nazis. Una visión bastante diferente es la que ofrece Claude Lanzmann en “Le dernier des injustes” (“El último de los injustos”), su más reciente obra presentada en el último Festival de Cannes.
Margarethe VonTrotta logra en su película más reciente volver sobre un tema que pese al tiempo transcurrido continúa en plena vigencia. Lo hace de una manera didáctica evitando claramente tomar partido, a favor o en contra, de su personaje. Subraya en cambio que burócratas y no pensantes como Eichmann hicieron posible que las perversas ideas de una figura totalitaria como Hitler dieran lugar al mayor exterminio en la historia de la humanidad