Una solida narración de mucho peso filosófico sobre la contracara de la libertad de expresión.
¿Qué es lo que hace a una película extraordinaria? ¿Es un guion solido, atrapante y profundo? Sí, pero es algo más. ¿Es un estilo visual, con una rica fotografía que sabe crear un ambiente y un montaje que sabe cuando conviene cortar y cuando no? Sí, pero es algo más. ¿Son los actores, cuyos talentos convierten a los personajes del papel en seres humanos? Sí, pero es algo más. Mucho más que eso.
Una película extraordinaria, para mí, es la que junto a las virtudes arriba mencionadas, suma un plus, ese algo que las hace inolvidables, ese algo que se queda con vos mucho después de terminar la proyección. Casi siempre ese sentimiento es de alegría ––por llamarlo de alguna manera––, por haber visto una película que consiguió combinar el entretenimiento con la profundidad. Pero obviamente también existen esas películas que suman por la reflexión que dejan en vos, por haber conseguido exitosamente que dudes, que mires al mundo de otra manera.
Hannah Arendt es una de esas películas.
Cuando salí de ver este título dije “Que buena película”, pero también dije “¿Cómo escribo sobre ella?”. Porque Hannah Arendt es uno de esos títulos donde no se puede separar su tema de su trama, y por el universo en el que se inscribe esta narración, cualquier opinión debe hacerse con mucho sustento y extremo cuidado.
¿Cómo está en el papel?
hannah-arendt-barbara-sukowaPara quienes no sepan quién es la protagonista, era una filosofa de origen judío que escribía para la prestigiosa publicación The New Yorker. Arendt se ofrece a cubrir el juicio en Jerusalem del criminal de guerra Nazi Adolf Eichmann. Sus reacciones respecto a dicho juicio (la defensa de Eichmann, que excusaba sus acciones por una cuestión de obediencia debida, y el modo que los tribunales manejaron el caso) impulsan a Arendt a escribir una serie de artículos que luego se convertirían en el libro Eichmann en Jerusalem: Un reporte sobre la banalidad del mal. El conflicto de la película ––y de la vida de Arendt–– se detona cuando en sus escritos, la filosofa en cuestión sostiene que los líderes judíos tuvieron un rol en las 6 millones de muertes de su propia gente durante el Holocausto.
Hasta aquí estos son hechos indiscutibles. Sin opiniones. Sin juicios de moral. Un simple y sencillo establecimiento de hechos que me veo obligado a aclarar como tales para evitar confusiones.
A partir de este punto se desarrolla el conflicto de la película, y es como la gente reacciona ante los escritos de Arendt, las cuales son, de inmediato y a simple vista, negativas. Pero ella, a pesar de los ataques ––que van de las simples criticas hirientes a las amenazas de muerte–– se mantiene firme en su pensamiento y sabe que lo que escribió, aunque controversial, lo hizo desde un sustento intelectual muy trabajado e incluso desde el conocimiento de causa. Una determinación, que a la postre, le cuesta amistades y hasta incluso su puesto de trabajo.
No está en mi hablar sobre la adecuación moral en las acciones de Arendt. Si debe hacerse, creo que es un meollo que debe discutirse por fuera del aspecto cinematográfico. Pero lo que sí puedo decir que he visto la primera película que muestra la contracara de la libertad de expresión. En la mayoría de las películas que tratan dicho tema, estamos acostumbrados ver a una persona luchar por mantener una opinión o una expresión que ellos creen es correcta, y son reverenciados como héroes o caen como mártires (o al menos ese es el perfil que en mayor o menor medida tratan de proponer sus relatos.) Eso se debe mayoritariamente a los montones de seguidores que estas personas tenían atrás, y es por esto precisamente a lo que refiero con la “contracara de la libertad de expresión”; esta película muestra a una mujer que manifestó una reflexión tremendamente impopular, y no se retracto a pesar del terrible precio que este le estaba costando. Es un actitud que muchos, de estar en una situación similar (O sea, cualquier opinión impopular encontrada con un rechazo absoluto), tristemente no adoptaríamos, por ceder tarde o temprano ante el peso de la mayoría.
Se debe destacar que estamos ante una de las pocas películas que manifiestan, dentro de una estructura narrativa coherente, como es el proceso de un filósofo. Podemos decir con seguridad que si Barton Fink hablaba de lo que implica ser escritor, Amadeus de lo que implica ser músico, o Renoir de lo que implica ser pintor, Hannah Arendt habla de lo que implica ser un filósofo. La discusión, las contradicciones (retratadas en la subtrama que narra el idilio de la protagonista con el filosofo Martin Heidegger), y principalmente los desacuerdos, públicos o privados.
¿Cómo está en la pantalla?
La directora del film, Margarethe Von Trotta, entregó con mucho pulso y una narración más que hábil una película que engancha al espectador (por lo menos a aquellos que pertenezcan"Hannah Arendt" a una tipo de público que quiera ver una propuesta fílmica fuera de lo habitual) por un tema que siempre está al frente, pero sin olvidar que al fin y al cabo se está contando una historia.
Esta narración es llevada adelante por una fotografía de colores fríos, cuando no pálidos, y abundantes sombras que nos meten en el universo, no tanto de la historia, sino de la psicología del protagonista. Esto es apoyado por un montaje paciente que corta cuando solo debe hacerlo y por eso es brillante. Párrafo aparte merece la sobria, a la vez que detallada, dirección de arte.
Los logros de esta película no son solo de Von Trotta; una merecida ––y gran–– parte del crédito van para la actriz Barbara Sukowa, que transmite con un talento, que no es otra cosa que aplaudible, la pétrea convicción de su personaje, así como de su lado mas emocional, por minúsculo que pueda parecer a simple vista.
Conclusión:
Decir que Hannah Arendt no es una película para todo el mundo, es decir una obviedad. Por supuesto, aquellos con una perspectiva filosófica mas formada podrán encontrar las múltiples visiones que se encuentran mas allá de la simple vista, y obviamente también sus falacias. Pero con conocimiento o sin el, con formación o sin ella, estamos claramente ante una película que es un desafío para el espectador. Una película que los va a dejar reflexionando en muchas cosas; más allá de si el saldo que saquen de su visionado sea negativo o positivo, si lo consideran fáctico o de una tergiversación insultante.
El hecho concreto que cuando una película, mas allá de su belleza estética o narrativa, consigue que dejes pasar dos subtes, por haberte dejado pensando en cómo reaccionarias vos ante una situación similar, tiene que ser buena.
La moral de las acciones de la protagonista, repito, es harina de otro costal.