Pensar para no dejar de ser humano
Una intelectual alemana judía, víctima del nazismo, sobreviviente de un campo de concentración y exiliada en los Estados Unidos, decide cubrir el juicio a uno de los criminales nazis para una revista estadounidense. Sin embargo lo que ella ve, su interpretación del proceso, no será lo que todos esperan que escriba. Se trata de Hannah Arendt, la autora de “El origen del totalitarismo”, y su cobertura del juicio a Eichmann, que se realizó en Jerusalem en 1961, aunque la película abarca hasta 1964, luego de que se publicaran sus artículos en The New Yorker, y ella debiera enfrentar la polémica que generaron.
El filme de la directora alemana Margarethe Von Trotta es interesante, cautivante. Si bien el comienzo es algo lento, y abundan las discusiones intelectuales, esto no hace más que resultar más atractivo, ya que la realizadora le va dando a cada reflexión su espacio, logrando plantear un desafío al pensamiento del espectador. Por otro lado, más allá de la postura filosófica de la autora, Von Trotta muestra los efectos de su teoría en quienes la rodeaban, y cómo eso la afectó personalmente.
Una elección acertadísima es no utilizar un actor para interpretar a Eichmann. Si bien la escena del juicio está teatralizada para poder presentar a Sukowa como Arendt allí, las imágenes del juicio son de archivo. Las expresiones, las palabras de Eichmann, son las originales, no hay interpretación, a lo sumo una selección de ciertos momentos puntuales. También son de archivo algunos de los testimonios de testigos, devastadores a pesar de su mínima presencia en el global de la película. Esta postura de la directora logra entonces situar al espectador observando lo mismo que observó Arendt en su momento. Y si bien las lecturas, considerando el tiempo transcurrido entre otros factores, serán muy personales, serán directas, al menos mucho más que si se observara a un actor.
La actuación de Barbara Sukowa como Arendt es sublime, y acompaña esta visión de Von Trotta sobre ella, mostrando la absoluta humanidad de una mujer acusada de arrogante e insensible por sus detractores. El resto del elenco acompaña muy bien, al igual que la impecable reconstrucción de época, en un filme más que cuidado desde su producción.
Una película que apela a la vez a la inteligencia y a la sensibilidad de quien la mira. Por el manejo del ritmo, las elecciones estéticas, la combinación de palabras y silencios, este filme sobre una mujer tan intelectual, segura de sí misma y combativa como fue Arendt inquieta, remueve, deja preguntas y cuestionamientos. Se puede acordar o disentir, pero es innegable que se trata de un filme que se involucra en el tema que trata. Un efecto fascinante y poco habitual en el cine.