Un cuento de hadas bien sangriento
Seguramente, las historias de los hermanos Grimm son de las más adaptadas para la pantalla grande, y eso sucede gracias a la popularidad que estos relatos atemporales tienen entre el público infantil. El director noruego Tommy Wirkola ha vuelto a uno de ellos sólo como punto de partida porque, se sabe, los chicos ya no son tan niños. Y tampoco lo son los hermanos de esta historia, dado que Wirkola -también guionista de esta versión- ubica la acción quince años después de que los pequeños fueran dejados en el bosque por su padre. Hansel y Gretel han crecido y son dos aguerridos cazarrecompensas que van capturando a las brujas que roban niños de cada localidad. Tarea que estas damas de rostro agrietado y poca sensibilidad realizan, como es de imaginar, con fines poco altruistas.
El camino que los jóvenes recorren es acorde a la ruta que les plantea la cacería de estas malvadas señoras. Así llegan al poblado de Augsburgo donde, contratados por el alcalde, deberán desentrañar el enigma que ha llevado a la desaparición de muchos hijos del pueblo. A esa labor trata de contribuir el alguacil, pero enviando a la hoguera siempre a la gente equivocada. De tal forma, las malas artes de la bruja Muriel continuarán acechando a los pobladores hasta que Hansel y Gretel descubran el enigma que atormenta a la región.
Y así comienza lo más encarnizado de la clásica contienda entre el bien y el mal, aquí con lograda imaginería visual en 3D, dirigida a los jóvenes adeptos a los efectos especiales y al morboso regodeo gore , o sea, donde miles de litros de sangre fluyen por doquier y los cuerpos fragmentados de las víctimas vuelan hacia el espectador.
A la convencional pero correcta labor del director se añade un reparto que debe lidiar con una historia sin demasiados matices y bastante previsible, pero entretenida para los fanáticos del género. Jeremy Renner y Gemma Arterton personifican a los hermanos luchadores, pero será Famke Janssen (la Jean Grey de X-Men ) quien consiga darle especial relieve a su bruja Muriel, algo que también logra la partitura de Atli Örvarsson. Por momentos, la película intenta codearse con las superproducciones del género y, por otros, roza la cursilería que con toda intención ha buscado el cine B para este tipo de productos. Eso sí, quien pretenda algo de la fantasía de los Grimm deberá seguir rastreando los trocitos de pan en el suelo en busca de la ruta correcta.