Las brujas también sangran
Confieso que esta nueva moda de adulterar los cuentos de los Hermanos Grimm – o cuentos de hadas en general - no me atrae mucho. El año pasado tuvimos que soportar dos adaptaciones mediocres de Blancanieves, el anterior una de Caperucita Roja y ni siquiera la aventura épica con Heath Ledger y Matt Damon dirigida por Terry Gilliam terminó siendo demasiado atractiva, más allá del gran diseño artístico típico del animador de los Monty Pithon, y el humor inglés que le pudo aportar a un guión bastante pobre en ideas.
La primera película del noruego Wirkola – realizador de una obra de culto sobre nazis zombies que regresan en la actualidad – sobre suelo estadounidense (en sentido figurativo, porque fue filmada en Europa), se acerca un poco más a la película de Gilliam que a los exponentes adultos más recientes. Y esto, en cierta forma, resulta positivo, ya que si hay algo que no se le puede dejar de reconocer al director de Doce Monos, es que a pesar de todo nunca ha perdido el humor negro, y en ese sentido, Los Hermanos Grimm resultaba exitosa más allá de la sobrecarga de efectos especiales, el previsible guión o las superficiales interpretaciones (aunque gracias a esta actuación, Ledger demostró que podía interpretar a algo más que una cara bonita).
A pesar de darle otra lectura al clásico cuento infantil, Wirkola diseña un guión demasiado obvio, lleno de lugares comunes y personajes esquemáticos, imitando modelos acartonados del cine Blockbuster estadounidense de los últimos años, héroes reos, antipáticos con pasados torturados que deben aprender a superar sus resentimientos en el presente de la historia.
El prólogo de la película nos muestra en forma sintetizada, similar a La Leyenda del Jinete sin Cabeza de Tim Burton (incluida la música de Danny Elfman), la historia de los dos hermanitos que son abandonados en el bosque y encuentran una casa hecha de dulces para atraer niños. Adentro, descubren una bruja, a la que cocinan rápidamente. Nada de migas de pan. Varios años después, los hermanos son adultos, y al mejor estilo Van Helsing, Cazador de Monstruos, viajan cazando brujas de pueblo en pueblo con un arsenal de armas demasiado modernas para la época. Todo va bien hasta que llegan a un sitio donde desaparecieron varios niños. La culpa es de una Gran Bruja – Famke Janssen, en piloto automático de una Jean Grey enojada – que descubrió una manera para sobrevivir al fuego, el elemento más efectivo para asesinar a las mujeres de su clase.
Hansel y Gretel deben competir contra un siniestro sheriff local – el siempre maravilloso Peter Stormare – para recuperar a los niños y derrotar a Muriel, la gran bruja.
Lo que más llama la atención de esta adaptación es que Wirkola no quiso hacer una versión para adolescentes y jóvenes, sino decididamente apunta a un público mayor, fanático del horror – como Joe Johnston pretendió hacer con la fallida El Hombre Lobo - más que de la fantasía o la aventura. No solamente hay sangre, sino verdadero gore: cabezas que explotan, cuerpos mutilados, insinuaciones sexuales (con una sugerente subtrama incestuosa). Se hace un poco hincapié en la “virginidad” de los protagonistas para incorporar otros personajes que consiguen separar a la pareja protagónica y abrirle otras posibilidades de relaciones. Por suerte, esto se explica en forma más sutil que discursiva. Nunca se pone se juzga el comportamiento de los hombres frente a las mujeres, sean brujas o no: no hay prejuicio moral en pegarles, quemarlas o torturarlas un rato.
Wirkola no le teme a explotar la utilización de efectos visuales para mutilar seres humanos y de fantasía, y tirarle al espectador, partes de los cadáveres, aprovechando el efecto 3D. Y acaso, el mayor logro del director, es justamente la falta de pretensiones, divertirse con el material que tiene en las manos, no tomárselo demasiado en serio, aportarle alta dosis de humor negro y efectiva tensión. Acaso, por la ausencia de solemnidad y la omnipresencia de remates cómicos habría que agradecerle a Will Ferrell y Adam McKay, que sorprendentemente son productores del film.
Ni Jeremy Renner – que a esta altura no logra diferenciar si está interpretando a Aaron Cross, Hansel o Hawkeye – así como la fría Gemma Arterton – la princesa inmutable de Príncipe de Persia y la empetrolada secretaria de Quantum of Solace – logran transmitir genuina comicidad o carisma a sus personajes. Pero tampoco desentonan (aunque si ellos son alemanes, Schwarzenegger es italiano). Sin duda, lo mejor del elenco es un Troll diseñado con CGI e interpretado en Caption Motion por Derek Mears – el último Jason, parece que no consiguieron el teléfono de Andy Serkis – que le aporta un poco de humanismo irónico y calidez al reparto. Tanto por el diseño de su rostro, como por la “bondad” que inspira el personaje, parece que Wirkolda lo sacó del Laberinto de Jim Henson.
Aún con sus falencias narrativas y pocas ideas ingeniosas – hay un efectivo chiste referido a la “enfermedad” del personaje de Renner - Hansel y Gretel: Cazadores de Brujas, se deja ver, es entretenida, dinámica, divertida sin demasiadas pretensiones y con mucha artificialidad.
En esta adaptación, las brujas no logran asustar. Esperen a ver la secuela, cuando los protagonistas deban enfrentarse a sus respectivas suegras y ya veremos.