Poca base
Dirigida por George Miller, al igual que la primera parte, Happy Feet 2: el pingüino retoma la vida de Mumble, el pingüino que baila tap, que tiene problemas porque su pequeño hijo, Erik, le tiene fobia a las coreografías. Reacio a bailar, el “niño” se escapa junto a dos amigos y llegan a “otro barrio”, donde conocen al extraño dios del lugar, un raro pingüino que puede volar, Sven. Mumble va a buscarlos para traerlos nuevamente a su hogar pero, de pronto, la situación empeora cuando el mundo se ve sacudido por fuerzas poderosas, dejando a los Emperadores atrapados sin salida. Allí, el pingüino bailarín reunirá a todas las naciones de pingüinos y de criaturas fabulosas de todo tipo (desde los diminutos krills a los gigantes lobos marinos) para rescatar a los suyos.
Desde el comienzo, la trama plantea una historia simple, de trazos normales y lógicos, que sólo las buenas canciones y los divertidos bailes logran que no se desarme rápidamente. Se suma la aparición de dos nuevos personajes, dos krill que sirven a la narración de la misma forma que lo hace Scratt para La era de hielo, breves instantes divertidos como para salir de la trama principal y luego retomarla. En este caso, la apuesta salió bien porque ambos animalitos son uno de los puntos más altos de la película. Sin embargo, cierta reincidencia en lo que se quiere contar hace que la historia nunca termine de avanzar y quede en una mera anécdota simple.
A pesar de la falla narrativa, el film se destaca ampliamente en su labor visual, ciertos paisajes, la textura de los animales (sobre todo los krill) y de la nieve, la variedad de planos utilizados, el aspecto visual en general resulta brillante y si se es posible, merece la pena ser visto en 3D: en este caso, la tecnología tridimensional fue aprovechada en beneficio de la historia y no como sólo una manera de impresionar al espectador. Aquí las formas le agregan un plus a lo que se busca narrar.
En todo su desarrollo, Happy Feet 2: el pingüino mantiene el tono ecologista que contiene el parte final de su predecesora, con un mensaje claro y directo sobre su posición ante la situación actual del planeta. No obstante, más allá de la “mentalidad verde” que presenta, contiene una subtrama oscura y macabra, en la cual la Tierra se viene “abajo” y los animales hacen de todo por sobrevivir mientras el humano mira sin hacer nada. Este fondo narrativo le aporta melancolía y desesperación, produciendo un tono sombrío donde el canto y el baile nunca logran de terminar de alegrar el panorama.
Happy Feet 2 podría haber sido una fantástica película si se hubiese armado una consistente trama que tuviera peso en sí misma, como lo tuvo la primera parte. Todo lo que la rodea resulta digno de destacar por su buena factura, pero su base endeble hace que esta buena oportunidad de mostrarle a niños y a grandes la difícil situación del planeta quede en sólo una película más.