Bailando por un sueño
Continúan las aventuras de los pingüinos.
Como su padre antes que él, Erik no se lleva nada bien con las costumbres de su grupo, los pingüinos emperadores, empecinados animalitos que no tienen mejor idea que cantar y bailar temas pop como si la televisión del Polo Sur pasara American Idol 24 horas al día. Entre coros, zapateos y lo que parece ser la gran producción de un musical de Broadway On Ice, el pequeño Erik se siente fuera de lugar. El padre, que pasó por una situación parecida en su juventud (la dramática historia de Mumble que cuenta la primera película), entiende lo que le sucede, pero quiere hacerlo partícipe de la fiesta popular. Erik empieza a bailar, pero pronto queda claro que no es lo suyo. Sintiéndose humillado –los pingüinos son más severos que el jurado de Bailando por un sueño -, el pingüinito se escapa con destino incierto.
Happy Feet 2 , la trabajosa y menor secuela del filme de George Miller, seguirá los pasos de Erik, que lo llevan a otra comunidad pingüina, acaso más mística que la suya, liderada por un animalito mutante que... ¡puede volar! Y Erik se convence de que él también puede. Y que si lo desea mucho, puede hacer lo que quiera en la vida. Pero su padre llegará hasta allá para hacerlo volver a casa. Y en el viaje de vuelta, y al regresar al hogar, quedará claro que las habilidades de ambos deberán combinarse para salir de un problema ecológico que amenaza con terminar con la vida de los suyos.
Película con mensaje ecológico, un humor bastante simple y con una cantidad de referencias al mundo real que bordean el abuso, Happy Feet 2 mejora en sus momentos más intensos, que prueban que el director George Miller no olvidó del todo esa oscuridad que caracterizaban a filmes suyos como Mad Max , y hasta los momentos más densos de Babe . Pero también se nota que después del fracaso de la secuela de aquel filme -dura, pero extraordinaria-, se ve que no quiere repetir la experiencia y se cuida.
Esos momentos “fuertes” –en especial los ligados a un bruto y brutal elefante marino-, sumados a la historia paralela de dos krills perdidos en los océanos intentando “nadar contra la corriente” y filosofando en el camino, aportan alguna gracia y tensión que despierta a la película en sus momentos más chatos. Que los tiene. Y son varios.
Si uno tolera los enésimos chistes de Ramón, el pingüino latino mujeriego y muy chévere , y la necesidad de transformar toda situación dramática en el título de una pegadiza canción ( We Are the Champions, Under Pressure , y así), Happy Feet 2 – 3D puede ser una experiencia entretenida. Y no mucho más que eso. Salvada por el jurado en la gala de eliminación, digamos...