Happy Feet, la película original del 2006 ganadora del Oscar fue una gran producción de George Miller (Mad Max) que se destacó principalmente por la historia que narraba y la manera que combinó el humor con grandes escenas musicales.
Lamentablemente la secuela es un film que parece hecho para cumplir un compromiso comercial, más que para volver a contar un buen cuento con estos personajes.
La continuación perdió el humor que tenía la primera entrega y presenta un conflicto mucho más dramático donde los pingüinos están constantemente en peligro.
El guión de la primera entrega brindaba una gran aventura donde el protagonista atravesaba un proceso de búsqueda personal en la que trataba de resolver las dificultades que tenía para relacionarse con el resto de los animales.
En la nueva película la trama es una gran ensalada que mezcla varias historias de las cuales ninguna llega a ser interesante.
Tenemos la relación de Mumble, el héroe del primer film, con su hijo que no llega a conectarse, la aparición de un misterioso pingüino gurú que es adorado como un salvador, el peligro que enfrenta la colonia de pingüinos emperador debido al calentamiento global y una pareja de krills que directamente parecen salidos de otra película.
Estos bichos al menos, hay que reconocerlo, son los únicos que brindan un poco de humor dentro de esta producción que perdió el brillo que tuvo la primera entrega.
La narración de Miller también es bastante despelotada porque va y viene todo el tiempo con distintos personajes y hasta la mitad de la película la verdad que no queda muy claro en claro cuál es el verdadero conflicto del film.
Tal vez la diferencia más grande que sobresale con la película del 2007 es la pobrísima banda de sonido que reúne una horrible colección de canciones pop y hip hop.
Salvo por la escena de “Under Pressure” los musicales son bastante pobres y carecen de la emoción y entusiasmo que tuvieron en el film previo. Tampoco ayudan las canciones dobladas que suenan bastante feas en la versión en castellano.
Lo mejor de esta producción pasa claramente por la animación, donde hicieron un gran trabajo a la hora de darle vida al mundo marino con mucho realismo. En los aspectos técnicos Happy Feet 2 es donde presenta sus méritos más importantes.
Queda la sensación que el director no estuvo tan comprometido con esta película como lo hizo en la primera entrega y desarrolló esta secuela simplemente para cumplir un contrato con el estudio Warner.
Una decepción.