Vi, sin grandes esperanzas por comentarios de otra gente, Happy Feet 2. Me pareció muy buena, como casi toda la filmografía de Miller: entre otras las Mad Max (qué grandes la 1 y la 2), Las brujas de Eastwick, la gloriosa Babe: chanchito en la ciudad, la primera Happy Feet. Este año, en un país distinto a este, vi también una versión acortada de Happy Feet (la uno), unos 15’ en 4D, o sea con efectos como agua, viento frío, butacas con movimiento. Happy Feet 2 (en cartel ahora) es una película de aventuras en el agua, la nieve y el hielo –todo digital—que tiene una extraña capacidad táctil (y sin verla en 3D). Por más fantásticos y artificiales que sean los mundos que filma el australiano Miller, en su cine hay un fuerte aire de realidad, de impresión rústica. De sensación de vértigo. Happy Feet 2 es una aventura grupal, una aventura de bichos en la naturaleza. No tiene protagonistas claros pero sí tiene claro su sentido de la aventura, tan natural como el agua y tan artificial y rítmico como el gran baile con Under Pressure.