Las hinchadas del fútbol argentino, los fanáticos, tienen la particularidad de arrogarse logros propios que son incomprobables en la mayoría de los casos, o intrascendentes como para tener "algo" que los diferencie. Como ejemplos podría citarse esto de ser "la mitad más uno", eslogan autoimpuesto por la parcialidad boquense. ¿Sirve de algo para el pasado, presente o futuro del equipo y sus conquistas? Nada. Espejitos de colores que, por otra parte, son claramente refutables.
En el caso del cine “Hardcore: misión extrema” se promociona como la primera película filmada íntegramente en primera persona, cámara subjetiva, de la historia. ¿Serán simpatizantes de Boca Juniors los productores? Hubo una película del período mudo sobre Napoleón que usaba el recurso, y ni hablar de “La senda tenebrosa” (1947) que durante más de una hora de los 90 y pico que duraba tenía la subjetiva de Humphrey Bogart.
O K. Los productores del estreno de ésta semana dicen “íntegramente”. Pues bien, el clásico de Robert Montgomery “La dama del lago” (también de 1947), estaba filmada totalmente en subjetiva del protagonista con todas las dificultades de la época y, más acá en el tiempo, el alma de un drogadicto que muere asesinado en el baño en “Enter the void” (Gaspar Noé, 2010) deambulaba durante dos horas con cámara subjetiva. Por último, si vamos al concepto estético de este estreno, también “Doom” (2005), basada en el videojuego homónimo, utilizaba el recurso en los momentos de acción.
Ahora bien, más allá de los antecedentes que pueden refutar la afirmación de un afiche... ¿está bien hecha “Hardcore: misión extrema”? ¿Se cuenta el cuento sólidamente? En definitiva es lo que importa.
Hay dos posturas claras para ver éste estreno por su forma de contarla. Una es vivenciarla como si al que le sucede todo esto es a uno mismo, y por ende todo lo que nos dicen y las acciones en consecuencia le pertenecen al espectador. La otra es la tradicional, la de sentarse a ver una historia. Si se opta por lo primero, el discurso raya lo nefasto pues todo lo que sucede es lo que el ideólogo del producto pretende imponer como manera de accionar. De elegir lo segundo, el espectáculo se sostiene por el vértigo generado en casi todas las tomas de tiros y piñas con momentos para nada claros y otros muy bien logrados.
Al comienzo del filme tenemos a un tipo tratando de entender (nosotros también) por qué, para qué y cómo ha sido reconstruido por su novia (nada menos) a lo Robocop. Ni bien esto ocurre arranca la odisea porque toda la ciudad parece querer reventarlo a balazos, trompadas, granadazos o cualquier objeto que utilizado en su contra le provoque ponerse el pijama de madera. Todos excepto un ocasional ayudante (Sharlto Coplay) que en realidad utiliza varios avatares a los efectos de poder salvarlo y darle las respuestas que él y todos esperamos.
Tal cual como en un videojuego, las explicaciones llegan a medida que el “jugador” va superando distintas etapas cada vez con mayor grado de dificultad. Este no es un personaje racional como tampoco lo es el guionista. La idea es dejarse llevar por la acción. En este sentido, “Hardcore: misión extrema” es adrenalina pura. La falla del libreto está en la construcción del héroe. O mejor dicho, en la NO construcción, es decir, si hasta los 30 primeros minutos todavía no sabemos bien qué pasa, nos puede dar exactamente igual que el protagonista sobreviva o vuele en pedazos. Básicamente porque la falta de información impide el compromiso emocional.
Con tan poco de dónde agarrarse (aunque hay momentos de humor negro notables), el disfrute estaría en lo técnico. Aquí sí podemos afirmar que ver esta película es como subirse a la cabeza de un experto en parkour, artes marciales y destreza física provista por su parte robótica y el remanente humano.
Esta película es como ver el cine de Michael Bay: Mucho ruido, mucho efecto, mucha patada biónica, pero diez minutos posteriores a salir de la sala sobran para olvidar el argumento inmediatamente. ¿Alcanza? No. No alcanza.