Hardcore Henry es una película muy extraña, que de seguro dividirá aguas entre la platea que se acerque a ella. Por un lado, es una fascinante entrega dentro del cine de acción, que innova técnicamente con su proeza en primera persona. Por el otro, es un fichín no interactivo, una cinemática de videojuego de hora y media que no le permite al espectador ser parte de la aventura, solo ver a través de los ojos del autómata protagonista.
El novel director Ilya Naishuller, apadrinado por el a veces fascinante Timur Bekmambetov, hizo realidad su sueño de saltar a la pantalla grande con un proyecto mayormente fundado por una campaña Kickstarter y filmada, claro, con una cámara GoPro, para darle más gravidez a la acción en pantalla. Pero para darle rienda suelta a esta fantasía, Naishuller tuvo que armar una historia alrededor de la carnicería en suelo ruso que presenta su criatura de celuloide. Y en sus primeros momentos, funciona. El despertar del protagonista, mitad humano mitad cyborg, emula el prólogo de un videojuego, donde uno aprende a controlar al personaje. Llámenle chispa de ingenio o ahorro de energía, pero Henry no tiene voz, y la instalación de un módulo que le permite hablar se ve trunca por la grandiosa entrada del villano de turno, el Akan de Danila Kozlovsky, un psicópata con poderes telekinéticos que se viste como Andy Warhol. En menos de lo que canta un gallo, la acción está servida, y Henry no tiene otra opción que escapar.
Sin voz, Henry actúa como el sustituto de la audiencia, empujado a defenderse por las peligrosas calles de Moscú. A patadas y piñas se abre camino por la horda de enemigos que llegan por todos lados, pero es un personaje vacío, carente de identidad -es algo obvio, porque no sabe nada de su pasado excepto algún que otro flashback- que apoya todo su peso en el resto del elenco que sí tiene voz para hacerse valer. La finalidad de Henry es hacer vivir al espectador su viaje, pero a menos que uno no sea un gamer asiduo, lo mínimo que tendrá es desinterés y hasta pueden producirse mareos por la velocidad de las imágenes. El hueco que deja el anodino Henry lo rellena Sharlto Copley en uno de sus mejores papeles al momento, con un desfile de personajes uno mas rutilante que el otro, que le permiten adueñarse de la pantalla en cada aparición suya. Sin él, Hardcore Henry caería en el olvido absoluto inmediatamente. Kozlovsky es un actor prácticamente desconocido, pero su Akan puede traerle un poco de estrellato por lo comprometido que se lo ve con su personaje y sus locuras. La damisela en peligro en esta ocasión es la Estelle de la hermosa Haley Bennett, una joven estrella que poco a poco se va acercando a la luz y este año la veremos no una ni dos, sino tres veces en la pantalla grande y en proyectos importantes. No es mucho lo que tiene que hacer acá, pero sirve lo suficiente.
Naishuller tiene tiempo para pulir sus artes pero, como carta de presentación, se lo nota como un director fresco, mas no uno que pueda apoyarse en un guión de manufactura propia. El ruso se vale de todas las artimañas posibles que le permiten su acotado presupuesto, y en algunas escenas de acción destaca muchísimo su labor, inclusive durante un caótico escenario final donde se tira todo por la borda. Pero sin una historia convincente, las escenas de acción son niveles de un videojuego a superar, uno tras otro, subiendo de dificultad con cada obstáculo superado. Por ello, Hardcore Henry termina convertida en una cinemática larga, en donde el espectador/jugador no puede hacer más que observar como se suceden los hechos. Hoy en día, hay juegos que tienen historias fascinantes, y volver a la historia de arcade que presenta la película deja un regusto a poco en el paladar, a que se podría haber hecho mucho más con lo que tenían en las manos. Al final del día, Hardcore Henry se convierte en un muestrario de acción y muertes gratuitas que, cual juego de arcade, se olvida ni bien se aleja de la máquina de picar carne. Será novedad para el espectador común, pero para aquel que tenga un mínimo acercamiento a los videojuegos de acción, será un plato insípido.