Un Harry Potter más adulto hace frente a una etapa de definiciones.
Harry ya no es un niño. Y queda claro en “Las reliquias de la muerte”, primera parte de la última entrega de la saga. La Escuela de Magia Hogwarts cayó en las garras de Lord Voldemort, el Ministerio de la Magia es una cueva de maldad y hostigamiento, corre la sangre de los justos mientras los malvados salen victoriosos. La corrupción y la delación imperan ahí donde los “buenos” enseñaban los secretos de la magia y hoy son alimento de las víboras.
Buena parte de las más de dos horas de la película transcurren en la penumbra o con cielos nublados, desde el principio hasta la inquietante escena final, en una obvia referencia al matiz que tiñe el tramo final de este éxito que no dejó de facturar desde su primera entrega, “Harry Potter y la piedra filosofal”, que inauguró el fenómeno en 2001.
Aquel pequeño Daniel Radcliffe conserva sus ojos de asombro, aunque no su inocencia. El personaje protagónico creado por Joanne K. Rowling vio demasiado a lo largo de su corta vida. Hoy, además de darse unos besos furtivos con su novia, a sus 17 años está definido el sentido de su existencia. Y el incremento de su edad fue proporcional al del peligro real de muerte que lo rodea a él y a todos sus amigos, con Voldemort enviándole sus sicarios incondicionales, los mortífagos.
En esta entrega la trama de define en torno a las reliquias de la muerte que indica el título. Quién posea el más preciado de esos objetos mitológicos será el dueño del poder absoluto. La carrera es contrarreloj porque Voldemort está detrás de la reliquia, mientras Harry se reparte entre huir de sus perseguidores y llegar a tiempo para impedir que triunfe su gran adversario. Técnicamente el tramo en el que se revela el relato que da nombre al filme está ilustrado por una breve e impecable animación, con una estética que evoca las figuras estilizadas de “The Wall”.
A pesar de algunos momentos de morosidad, el director David Yates, también autor de las últimas tres partes, impone un ritmo casi frenético que contrarresta con el agobio de la oscuridad. Pero no todo es vértigo y puro gusto por la acción. El guión, en el que se imponen los momentos dramáticos, también se hace un lugar para la reflexión y el humor, que aparece sobre todo en los roces que se dan en el trío protagónico formado por Harry, Hermione y Ron, en una relación cuyo desenlace los fans podrán conocer recién el año que viene cuando se conozca la segunda y última parte de esta taquillera historia.