El viaje del joven mago termina en lo más alto.
El final llegó. Diez años y ocho películas le tomó a la industria del cine adaptar los siete libros de la saga Harry Potter, creada por la autora J.K. Rowling. Como resultado, Warner puede presumir de ser el estudio que llevó adelante la franquicia más rentable en la historia del cine. Y no solo eso, sino que también marcó un antes y un después en millones de personas que crecieron junto al protagonista.
Harry Potter y Las Reliquias de la Muerte – Parte 2 es el episodio final de esta historia. En la anterior entrega nos enteramos que el malvado Lord Voldemort (Ralph Fiennes) dividió su alma en varios objetos llamados Horrocruxes. Solo destruyendo esos elementos se podría matar Al Que No Debe Ser Nombrado. Por otra parte también nos presentan a Las Reliquias de la Muerte: tres elementos mágicos que convierten a su poseedor en el Amo de la Muerte: un arma fundamental que Voldemort quiere tener para su arsenal, y que Harry (Daniel Radcliffe), Hermione (Emma Watson) y Ron (Rupert Grint) deben evitar que posea.
En este contexto, y luego de la muerte de Albus Dumbledore (Michael Gambon), la escuela queda en manos del oscuro profesor Snape (un brillante Alan Rickman). Hogwarts se convirtió en un lugar cruel en el que más que educar, se entrena a futuros Mortífagos. Viven bajo la custodia de los Dementores y toda esperanza parece vana… Salvo para el Ejército de Dumbledore y La Orden del Fénix, estos dos escuadrones formados por Aurores, profesores y alumnos que, desde la clandestinidad, buscan recuperar la escuela.
Con ese marco enfrente, el trío de amigos deberá regresar a Hogwarts para conseguir un nuevo Horrocrux, lo que desencadenará la batalla final entre las fuerzas del bien y del mal en lo que quedará en la historia como El Asedio de Hogwarts.
De más está decir que es vano ver esta película sin haber visto la saga, en especial la primera parte de Las Reliquias, ya que en realidad son una misma historia, pero dividida en dos. Aquí, David Yates vuelve a maravillar con escenas de acción épicas, personajes bien planteados (mucho de eso, claro, es crédito de Rowling) y un guión sólido, Harry Potter se despide de la pantalla grande dándole un broche de oro al viaje que tanto tiempo le llevó.
Si uno leyó los libros, podría encontrar defectos. Por ejemplo, el protagónico indiscutido que le da Yates a Potter y a sus amigos deja de lado elementos que podrían haber sido brillantes en la pantalla, por ejemplo, escenas de la batalla de Hogwarts en las que Harry no aparece y que quedan omitidas en la película. Pero más allá de eso, y si solo se vieron las películas, el trabajo que se ve en esta última entrega es excelente.
El final llegó, y no podemos pedir más de él.