Anexo de crítica: Más allá de la operación de traspolación literaria al cine y el andamiaje de marketing desplegado sobre este suceso literario, en perspectiva y bajo el pretexto del mundo de la magia la saga Harry Potter no es otra cosa que la aventura simbólica del tránsito de la niñez a la adultez. En ese pasaje iniciático, que guarda estrecha vinculación con elementos religiosos e incluso vistos desde otro ángulo con una fuerte alusión a la esfera esotérica, el protagonista que comienza su camino en su condición de huérfano debe aprender a distinguir a lo largo del aprendizaje de la magia entre la dualidad del bien y del mal, aspectos que no siempre se expresan en la realidad de forma taxativa sino que lo hacen de manera encubierta bajo el hechizo del encantamiento de aquel que se vea tentado por el poder de conseguir lo imposible o simplemente llamado por la curiosidad de lo desconocido, cuyo lazo invisible con la oscuridad y la perversión del alma es directamente proporcional al sacrificio que implica dejar de ser una persona ordinaria y común. En ese sentido, la ausencia paternal que conlleva un abandono y la búsqueda de modelos externos -tanto en los adultos como en la institución rectora de la enseñanza- marca la diferencia en el derrotero de un paria social y su posibilidad de convertirse en una persona importante; erigirse como líder y finalmente madurar como persona. Sin grandilocuencia a nivel efectos especiales pero con un empleo funcional a la trama, la acción de Harry Potter las reliquias de la muerte parte 2 reemplaza lo que en la primera parte fuera el aspecto emocional, como si la decisión de David Yates respondiera quizá a un reclamo anterior por la poca tensión, digresión narrativa y escasa acción de la saga. No obstante, debe reconocérsele al realizador su prolijidad y apuesta a mantener un ritmo sin pausa ni tiempos muertos inconducentes capaz de transmitir la sensación de fluidez para que la trama avance muy rápido en relación a la cantidad de información que se siembra.