Un cowboy con acento británico
"Las palabras son el mejor recurso que tenemos para hacer magia", dice el profesor Dumbledore en la única escena visualmente austera de "Harry Potter y las reliquias de la muerte (parte 2)" con la cual concluye la saga que comenzó en 2001. Las palabras, pero también las imágenes fueron parte del hechizo que hizo posible darle forma verosímil al universo literario de Joanne K. Rowling comandado por un pequeño mago que al fin se despide del cine con esta segunda y última parte.
Después de una década de literatura y su correlato en sus correspondientes películas, con excepción del último libro cuya versión fue dividida en dos partes, es posible afirmar que Rowling efectivamente hizo magia. Lo consiguió primero a través de los libros, con la ya legendaria anécdota sobre esta inglesa desocupada que decidió hacer lo que mejor sabía para ganarse la vida: escribir.
De su imaginación surgió un mundo al que se llegaba atravesando una pared de la estación King's Cross de Londres. A tal punto se fundió su creación con la realidad que un carrito de equipaje fue incrustado en los venerables ladrillos del siglo XIX para rendir tributo a la ficción en el andén 9 y 3/4.
Es el mismo lugar donde en esta despedida, Dumbledore le indica el camino a Harry para la batalla final con Voldemort, esa guerra que marca la conclusión de este éxito fabuloso que obtuvo casi 900 millones de dólares por entrega.
La saga contó desde siempre con el apoyo de una generación que creció con el actor Daniel Radcliffe. Como los pequeños fans, el personaje ya no es un niño sino un joven que tiene que enfrentarse a riesgos cada vez mayores y en consonancia con el incremento de responsabilidades, también hay progresos en la maduración de sus afectos, donde claramente se manifiesta el primer amor y los esperados primeros besos entre los protagonistas.
Referencias. Lo acompañan como siempre Hermione, a cargo de Emma Watson, y Ron, interpretado por Rupert Grint, los tres mosqueteros de este final de fiesta para el cual Rowling reunió con caótica gracia referencias a la tradición cristiana, a fabulosas criaturas medievales y a la literatura inglesa de suspenso.
Un equipo de talentosos creativos hizo posible una vez más su representación, con un diseño de arte con obsesión por los detalles, pero también gracias a la inspiración del director David Yates que vuelve a estar en forma después de que la anterior entrega, sin decepcionar, dejase medio perplejos a los fans por cierta morosidad en el relato.
En este caso Yates retoma vuelo y el combo vuelve a funcionar como en sus mejores momentos también gracias a la tecnología que hace posible la magia de hacer creíble ese mundo que ahora llega en 3D.
Los chicos crecen y todo termina, como anuncia el afiche. Ya no solamente hay trucos deslumbrantes. Ahora se trata de matar o morir. Tan sólo eso, como en las clásicas películas de cowboys. Básicamente ese es el planteo y la misión de Harry: deshacerse del Mal encarnado por Voldemort.
En consecuencia, la película también es una batalla en la que abunda la violencia y hasta la sangre. Y hacia el final, el héroe demuestra con un último gesto porqué merecería formar parte del panteón de las fantasías más nobles y perdurables.