La batala por la recuperación de los horrocruxes ha llegado, al ganador sólo lo conocen los lectores fervientes de Rowling y los que se acerquen al cine a ver el final de la historia del niño mago más taquillero del cine.
Seguir las experiencias del mago niño, huérfano y desdeñado por sus pacatos tíos muggles ha sido tarea de niños y grandes. De niños porque la magia siempre ha sido su privilegio y de grandes porque los padres que veíamos a nuestros hijos, hoy de 20 años, no poder dejar de leer, sentimos curiosidad por saber qué leían nuestros pibes y caímos atrapados por la magia.
El éxito fue tan rotundo que no podía no ser un film y como había una saga no podía no ser una saga de films.
Lo inteligente, lo verdaderamente inteligente ha sido ponerle magia a un mundo que la ha perdido hace rato, hacer de cada edición o avant premiere una ocasión única y no perder de vista que sus seguidores, adolescentes en su gran mayoría o niños entrando a la pubertad, se veían reflejados en ese ser flacucho, desgarbado y miope que con su estigma en la frente debía enfrentar a la suma de todos los males. Sumando a este héroe todos los condimentos que la imaginación de J.R.Rowling le puso a cada edición que era cada vez más opulenta en páginas. Entones ver la estación de King’s Cross y entrar por la plataforma 9 y 3 cuartos, comerse una gragea Bertie Bott’s o usar una capa que te volviera invisible, se convirtió en una necesidad que debía sí o sí devenir en imagen.
Pero había algo más, y el retrato del crecimiento, los cambios, las hermandades, las traiciones y la noción del bien y el mal en código mágico fueron poblando un mundo en el que el castillo del Hogwarts era un sitio donde todos querían desayunar alguna vez.
Llegó el fin y un dejo de tristeza que tiene más que ver con infancia lejana que con nostalgia del héroe se apoderó de todos los que en el cine se despidieron de su mago preferido.
La historia se ha cerrado, la batalla final entre el ejército formado por Dumbledore y La Orden del Fénix, contra un devastador escuadrón de mortífagos será decisiva, la niebla espesa de los dementores que custodian el colegio debe ser disipada. La dirección de David Yates demostró en esta última entrega que fue un acierto hacerla en dos partes, no sólo por las cuestiones de mercado que ya conocemos de sobra sino porque este segmento final pone toda la carne al asador que es lo que un final necesita para ser un cierre verdadero. Un guión bien adaptado, efectos especiales y música acorde a esa batalla que supone recobrar las reliquias de la muerte de las manos de “quien ya tú sabes”
Lord Voldemort y Harry ya no pueden escapar a su encuentro. Habrá homenaje a todos aquellos que formaron parte de de esta historia que comenzó y terminará con la misma profecía: Neither can live while the other survives.*
Consejo: si no ha visto Las Reliquias de la muerte parte 1, hágalo antes de concurrir a su cine favorito.