AL EXTREMO DEL HORROR BÉLICO Y EL HEROÍSMO
Promocionada desde EEUU como el regreso de Mel Gibson al cine, luego de pasar el infierno de adicción al alcohol y el repudio unánime por sus insultos discriminatorios, es sin dudas la película que el eligió a modo de expiación, donde un padre adicto y violento determina la vida del héroe de su historia. Es el caso real de Desmond Doss, que pertenece a la Iglesia Adventista, que decide enrolarse como soldado pero que ha jurado no empuñar nunca un arma, luego que apuntara a su padre para defender a su madre, y que se transforma por su impresionante valor, salvo a 75 soldados abandonados en el campo de batalla, en el primer objetor de conciencia condecorado con la medalla de honor del congreso. Para contar esta historia de violencia y coraje, Mel Gibson se toma su tiempo para desarrollar los acontecimientos, con la aparición del amor, el entrenamiento donde el protagonista casi termina en una corte marcial y se reserva para el frente de batalla. Ahí el horror de la guerra le permite desarrollar su gusto por lo morboso de amputaciones en primer plano, ratas comiendo restos humanos, cuerpos estallando. Pero también en un despliegue de violencia pictórica, con efectos de llamaradas y explosiones, seguramente muy próximo a cualquier batalla sangrienta. Y en ese infierno desatado un hombre se arrastra, reza y rescata. Andrew Gardfield hace un gran trabajo, sorprende Vince Vaughn lejos de sus papeles habituales, es grata Teresa Palmer, muy bien Hugo Weaving. Film de contradicciones y desmesuras, que tendrá éxito y nominaciones al Oscar.