Lo espeluznante de la guerra
Drama épico ambientado en la Segunda Guerra mundial –en los enfrentamientos entre estadounidenses y japoneses, después del ataque sorpresa de Pearl Harbor, llevado a cabo por la aviación y la marina japonesas contra la base naval americana situada en la isla de Oahu, en Hawai-, Hasta el último hombre (2016) está basada en hechos reales y dirigida por el actor, productor y realizador Mel Gibson (Corazón valiente, Oscar a la mejor película en 1996), quien regresa a la dirección diez años después de Apocalypto (2006), y protagnizado por Andrew Garfield, Vince Vaughn, Sam Worthington, Teresa Palmer y Rachel Griffiths.
Drama bélico sobre la historia del objetor de conciencia Desmond Doss quien, sin empuñar arma alguna, con tenacidad, valentía y al límite de sus fuerzas, salvó la vida a 75 hombres en la batalla de Okinawa; en su calidad de médico de la compañía evacuó él solo y con ingenio a los heridos hasta que finalmente le alcanzaron una granada y el disparo de un francotirador; hazaña que le valió ser el primer objetor galardonado con la Medalla de Honor del Congreso de Estados Unidos.
Cuando estalla la Segunda Guerra mundial, un joven estadounidense hijo de un veterano de la guerra de 1914 se enfrenta al dilema de querer servir al país como cualquier otro ciudadano al tiempo que la violencia es incompatible con sus creencias y principios morales. A pesar de todo, se alista como enfermero en Infantería, negándose no sólo a matar sino también a llevar un arma. Sus convicciones no violentas son objeto de burla y escarnio por parte de los compañeros y el mando. Reconocido finalmente como objetor, se le autoriza a recibir formación médica, y participa de lleno en el infierno de la guerra, donde termina por ser uno de sus héroes. En la batalla de Okinawa, en el inexpugnable acantilado de Maeda, consigue salvar a decenas de compañeros heridos, evacuándolos uno 0a uno del campo tomado por los japoneses.
Hasta aquí, la historia del soldado Doss, el valiente enfermero cristiano en los márgenes del fundamentalismo que se enfrenta solo a una soldadesca japonesa, sádica y ávida de sangre. Historia que parece fabricada ex profeso para Mel Gibson, un cineasta fascinado por la sangre y la violencia, y obsesionado por el sacrificio, quien la convierte en un mensaje penoso, desagradable, ideológicamente discutible, e incluso en “un caso psiquiátrico” (Romain Blondeau, Les Inrockuptibles), ya que se trata de hacer el retrato de un objetor de conciencia al tiempo que se mantiene un discurso cien por cien militarista –“un cuento sobre el pacifismo escrito sobre un monumento de violencia”- y se va dejando detrás un paisaje regado de muertos, heridos, cuerpos destrozados, mutilados, literalmente reventados…
Filmando la guerra con el máximo de realismo, Mel Gibson ha querido no sólo convertir la gesta del soldado Doss en un taquillazo morboso (como ya hizo con La pasión de Cristo, 2004) sino también despertar los instintos más primitivos del espectador, sirviéndole violencia “con una potencia visual devastadora”.
Aconsejo encarecidamente no llevar a los menores a ver una película “abyecta y complaciente” (La Croix).