Cada nueva película de Luca Guadagnino es una campaña contra el cliché. O al menos el director no se conforma con las reglas establecidas por los géneros y siempre intenta darles un toque personal. Lo demostró con la acalorada historia de amor homosexual de Llámame por tu nombre y con su particular interpretación de Suspiria, el clásico de Dario Argento, en la que convierte lo grotesco en una refinada puesta en escena.
Guadagnino es un director que cree en la política del autor y en los géneros, y entiende al cine como una comunión de sentimientos. El director italiano corre por el borde de la estética indie sin llegar a serlo, es arty sin saturar la trama de símbolos, es amante de la clase B sin aplicar el trazo grueso, prefiere el cine de autor sin permitir que su personalidad se imponga sobre la historia.
Es en el equilibro de los elementos donde su cine cobra fuerza y una belleza singular, fuerza que viene favorecida desde algunos aspectos técnicos puntuales, como la música (siempre fundamental en sus películas) y la fotografía, de la que depende tanto como un vampiro viejo de la sangre fresca.
En Hasta los huesos, protagonizada por Timothée Chalamet y Taylor Russell, Guadagnino se adentra en el canibalismo para contar la historia de amor entre dos adolescentes que son, además, “devoradores”, como lo llaman en la película. Es decir, Lee (Chalamet) y Maren (Russell) nacieron con esa condición caníbal, lo que los obliga a comer personas para sobrevivir.
El canibalismo le sirve a Guadagnino para darle cierta rareza a la historia de Lee y Maren, dos marginales que no encajan en el mundo, ya sea por la falta de una familia que los apoye o por su misma condición de freaks solitarios, de outsiders sentimentales.
El personaje de Mark Rylance probablemente sea lo mejor, ya que es tan aterrador y amenazante que mete miedo con su sola presencia, y ni hablar de lo escalofriante que suena la tranquilidad de su voz, como si fuera un dragón de Komodo cansino, que estudia su presa para comerla con fruición.
Si bien las actuaciones de Chalamet y de Russell cumplen con convicción, son los personajes secundarios los que le dan a Hasta los huesos una extrañeza única. Personajes como los interpretados por Michael Stuhlbarg y David Gordon Green, además del interpretado por el ya mencionado Rylance, son tan pavorosos que verlos en acción es todo un regocijo cinematográfico.
Drama adolescente sobre marginales que no encajan en el mundo, especie de parábola hipster de un director que se siente raro en Hollywood y fuera de lugar en el cine europeo, y que en este filme se pasea por una Norteamérica de la década de 1980 con canciones de Kiss, Duran Duran, New Order y Joy Division, respaldadas por una delicada banda de sonido original a cargo de Trent Reznor y Atticus Ross.
Hasta los huesos es una película por momentos impresionante, cuya violencia se acerca más al cine arte de género que a las películas industriales de terror, pero sin ser ni lo uno ni lo otro. Guadagnino es un refinador de géneros, de sus grandes mitos. Y es un autor cuyo tema principal es el deseo incontrolable, el que hace sufrir, el que conduce a la autodestrucción, el que mata.