Cineasta contemporáneo de élite, nacido en Sicilia en 1971, Luca Guadagnino es un esteta capaz de crear auténticos shocks visuales. Un efectivo retratista de juventud, certero a la hora de ahondar en la desazón existencial, en la tristeza y en la ambigüedad de una condición humana que describe a la perfección. Quien sabe dominar y potenciar las bondades de la cámara al servicio de una narrativa provocadora, lleva a cabo aquí una relectura del cine de caníbales en formato de road-movie, en extremo osada. El director de “Cegados por el Sol” (2015) y “Suspiria” (2019) no escatima impacto alguno, tampoco cierto lirismo, a la hora de prefigurar una historia que nos habla, reflexiva e implícitamente, sobre necesidades, dependencias y adicciones.
En “Hasta los Huesos” observamos un tratamiento realista de la imagen, para una concepción del terror fuera de todo canon imperante. Violencia, brutalidad, sexo, rechazo y fascinación son algunas de las emociones que desata este crudo y efectista ejercicio de cine vanguardista. Concepción del terror que no se parece a nada que hayamos visto antes. Una clase de amor caníbal que nos pone incómodos. La premisa se articula mediante una dosis de morbo suficiente como para llamar la atención de la audiencia; ciertas escenas serán arduas de soportar sin apartar la vista. En carne y hueso, asumimos el reto de enfrentarnos a una película que divide radicalmente a la audiencia. En la recóndita carretera, atravesando diversos estados americanos, una atmósfera romántica, dramática y visceral envuelve a esta adaptación de la novela “Bones and All”, autoría de Camille DeAngelis, y publicada en 2015.
Ganador del premio al Mejor Director y Mejor Actriz Revelación en Venecia, el film fue proyectado con éxito en el último Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. El realizador que puso en el mapa cinematográfico mundial al magnético Timothee Chalamet vuelve a contar con el talentoso joven, mientras que la emergente Taylor Russell y el fenomenal Mark Rylance cargan sobre sus espaldas el peso actoral de una obra cuya exquisita banda sonora, a cargo del experimentado dúo formado por Trent Reznor y Atticus Ross, eleva el listón de calidad. Pura sugestión dentro de ambientes claustrofóbicos e inundados de sangre. «Hasta los Huesos» es espeluznante y reveladora. El film nos invita a un viaje en busca de un sentido, en igual medida físico y espiritual, y en cuya travesía descubrirán sus protagonistas que existen otros semejantes ‘devoradores’ que comparten la extraña condición que funciona como leitmotiv. Las víctimas son elegidas al azar, y si la culpa se aliviana, ya no será reprimido el instinto. El placer es orgiástico. Los sentidos juegan su parte, agudizando el olfato podremos reconocer a quienes comparten tan perversa manía. Existe para la dupla protagónica, asimismo, una imperiosa necesidad por hacer las paces con el propio lazo sanguíneo. Aceptar el lado propio más oscuro, camino hacia la autocomplacencia, nos habla a las claras acerca de las luces y sombras que pugnan en el palpitante centro de la presenta obra.
La ambivalencia que habita a cada personaje funge como una suerte de espejo para el espectador, mientras lo sensible y lo temeroso se entrecruza con un nivel metafórico que reflexiona, a gran escala, acerca de la condición humana, y más precisamente haciendo foco en un síndrome de la violencia que pareciera corroer el tejido más ultrajado de una sociedad (la norteamericana) con urgentes y visibles vicisitudes político-económicas por resolver en lo inmediato. En la otra cara de la moneda, una tribu de marginados del sistema continúa subsistiendo entregándose a la gran comilona. La alegoría sectaria admite múltiples lecturas acerca de este grupo de personas caídos completamente del sistema. Un apetito difícil de saciar los guía. La contradicción convive en este delicado contenido a digerir, firmado en labores de guión por Dave Kajganich. De manera que, “Hasta los Huesos” podría enunciarse como una hipnótica parábola acerca de nuestra esencia: los protagonistas ceden al impulso de una afición para nada común y corriente.
Cuidadosamente ambientada en los años ’80, una atmósfera nostálgica baña al film. Visualmente arriesgada, elige suntuosos movimientos de cámara, como soporte a un discurso que prefiere extralimitarse fuera de los confines convencionales del género. La mirada del autor se direcciona hacia cierta noción de que, en el encuentro con el inmediato horror, el amor -entendida como raíz de todas las pasiones- podría liberar nuestra forma más auténtica. Mordemos, en justa medida, aquella ración que podemos tragar; y vamos con hueso y todo. Algún espectador desprevenido podrá encontrar en los créditos finales un último hallazgo de ilustres estrellas cumpliendo roles de reparto: Jessica Harper, David Gordon Green y Chloë Sevigny. Este singular festín carnívoro toma por sorpresa la cartelera local, y no podría ser menos apta para estómagos sensibles.