Los golpes de Clara
Desde sus comienzos en la colectiva Upa! Una película argentina (2007) que Tamae Garateguy viene dando que hablar por su forma de ver y hacer cine. Se puede decir que su obra está atravesada por los diferentes sub géneros que conforman el cine de género. Y Hasta que me desates no es la excepción.
Un cirujano plástico y una bailarina con la cara y el cuerpo destruido tras un accidente automovilístico son los protagonistas de esta historia bondage. La trama gira en torno a Gonzalo (Rodrigo Guirao Díaz), un cirujano plástico de dudosa moral, acusado de mala praxis, casado y con dos hijas, que vive en Nordelta, y Clara (Martina Garello), una bailarina, que luego de sufrir un accidente en el que pierde a toda su familia queda con la cara destruida. Cuando ella va a consultarlo por una cirugía reparadora se desencadena entre ambos un torbellino pasional en el que no falta el sadomasoquismo extremo con consecuencias irreversibles para ambos personajes.
Hasta que me desates puede ser considerado un hibrido de cruce de géneros donde el thriller erótico da paso al melodrama dark originando terror psicológico. Hay claras referencias al Pedro Almodóvar de La piel que habito (2011), y al David Cronenberg de Festín Desnudo (Naked Lunch, 1992) pero con ese halo personal que Garateguy supo construir a lo largo de una obra que siempre tomó riesgos y estuvo teñida de cierta crítica social, en este caso a la hipocresía de cierta clase media acomodada de barrios como Puerto Madero y Nordelta.
Las películas de Garateguy siempre se destacaron por lo visual con encuadres atípicos y planos que muchas veces llevan a preguntarse en qué lugar está puesta la cámara, pero a diferencia de sus anteriores trabajos, en Hasta que me desates se nota que tiene mayor producción y eso se ve un prolijo acabado final.
Hasta que me desates puede parecer a priori una película no apta para personas impresionables o defensoras de cierta moral, pero esto no es así porque si hay una característica consecuente en el cine de Garateguy es el de tocar temas controversiales pero mostrando hasta donde quiere. Sin regodeos ni apelando al golpe de efecto. Y en momentos donde el exhibicionismo se convirtió en moda ponerse limites también es un riesgo.