Ataduras
Tamae Garateguy logra sorprender cada vez que explora desde su cine intenso y visceral los límites de un género. Y si la primera idea de límite se corresponde con las “ataduras” de un estilo o género, la directora de Mujer lobo busca rápidamente desatarse como lo hacen -o al menos eso intentan- los protagonistas de este trágico thriller con visos de erotismo, drama existencial y hasta una poética de luces de neón, que hacen de lo misterioso y lo prohibido un espacio íntimo y sin reglas.
La premisa arranca con una información que para los fines dramáticos de la trama encajan perfecto: un cirujano (Rodrigo Guirao Díaz) en medio de una operación rutinaria de estética se distrae y ocasiona la abrupta muerte de su paciente, ganándose el apodo de Dr Muerte. A esa clínica, tras el incidente, llega una bailarina desfigurada llamada Clara (Martina Garello) con una petición sumamente extraña dado que pide al cirujano morir en vez de ser operada para reconstituir su rostro.
Pero lejos de cumplir el mandato, el Dr Quintana embellece a Clara y además no logra escapar de su magnetismo, que rápidamente se vuelve obsesión y desde encuentros azarosos y nocturnos que terminan en sadomasoquismo, un mundo desconocido seduce cada vez que el nombre de Clara aparece y la propuesta de una relación distinta a la rutina del matrimonio gana interés.
Sin embargo, más allá de la perversión y la toxicidad en esas extrañas salidas, la vulnerabilidad emocional de Clara es realmente su mayor atadura y para el caso del cirujano la atadura se encuentra en su vida con un matrimonio sin sexo y con un trabajo que no implica riesgo o aventura.
Tamae Garateguy entonces tensa la relación al introducir el sexo como herramienta de sublimación de los deseos pero también como parte del juego de sumisión, en el que un intercambio de roles constante alimenta todo tipo de ambigüedades. A veces el maltrato, otras el desprecio forman parte de la misma dinámica pero los deseos y las pulsiones se entrecruzan como si Eros y Thanatos danzaran entre los personajes o los invitaran a un menage a trois consensuado.
Con este nuevo opus, la realizadora de Pompeya sube un escalón en cuanto a las relaciones humanas y sus distintas formas de sublimar el dolor, ya sea por el placer sadomasoquista o la aventura de enamorarse de la persona equivocada.