Héctor es un psiquiatra que está estancado en la vida. Pese a que tiene una hermosa novia y un buen trabajo, ve que todos sus pacientes, y él mismo, están en una planicie emocional sin poder ser felices. Así es como de un día para el otro decide salir en búsqueda de la aventura, e investigar qué es lo que hace feliz a la gente.
Esta es una de las películas que personalmente catalogo como “buenaondistas”. Films simpáticos que no se proponen cambiarle la vida al espectador, pero sí dejarle un mensaje (medio obvio) y hacerle pasar un buen rato mientras ve el film.
Y si esto se logra, es única y exclusivamente por la presencia del gran Simon Pegg. Este es alguien que puede manejar varios tipos de humor, y no solo el de hacer morisquetas. Pero uno de sus matices es el del payaso triste, elemento que usa constantemente en esta película. Además que el inglés se carga toda la trama a sus espaldas, a pesar de que algunas caras conocidas aparecen.
Si bien la película es simpática y cumple su propósito, la verdad que los guionistas se pasaron de discursistas. Aparentemente todas las personas que se cruza Héctor en su viaje, tienen la clave de la felicidad y suficiente sapiencia y filosofía para escribir algún libro de autoayuda que dejaría a Coelho como un novato. Está bien que en su viaje, Héctor encuentre gente con algo que contar y una reflexión que regalarle; el tema es que durante su viaje, hace varias paradas (al fin y al cabo es una road movie), y en cada una de ellas, se cruza con alguien que le da suficiente letra como para hacer un ensayo sobre la existencia del ser humano y porqué estamos en este mundo.
Y ahí es cuando la película pierde bastantes enteros. La parte de comedia, como dije antes, cumple gracias a Pegg, y de verdad uno se llega a reír con ganas. Pero después, la bajada de línea y los discursos existenciales son tan obvios, que en lugar de inspirar al espectador, lo sacan del relato queriendo que algo gracioso vuelva a pasar.
Como suelen pasar en estas películas, el resto de los actores apenas puede aportar algo, porque solo están para que el protagonista interactúe con alguien en cada parada. Irónicamente, el personaje que más se prestaba para lo que quisieron hacer los guionistas, un monje, es uno de los peor diseñados y mas fuera de contexto de todos.
Héctor: En búsqueda de la Felicidad podría haber sido una simpática película, pero casi exclusivamente por culpa de los guionistas, se queda a medio camino entre hacer reír, o querer ser un folleto turístico teñido de existencialismo de, justamente, folleto.