Como un recordatorio de aquello que siempre tiene que suceder para que de alguna manera una persona cambie "Héctor en busca de la felicidad" funciona como filme de autoayuda del nuevo siglo y, excepto algún juego con trazos gráficos y paneos, su discurso atrasa. Adaptando el best seller de François Lelord del mismo nombre, el director apela a un relato lineal divido en dos partes inseparables entre sí.
La primera se relaciona a la presentación del personaje, Héctor (Simon Pegg) un aburrido y organizado psiquiatra que ve como su mundo de obsesivo orden y control se desmorona cuando entiende que en esa apariencia de perfección de su vida junto a su mujer (Rosamund Pike) no hay nada que lo complete y lo haga feliz. Toda esta primera etapa del filme, llena de una mirada cómplice acerca del obvio aburrimiento del protagonista, de la marcada actividad y rutina que posee, en el fondo es mucho más honesta que la segunda.
Esta otra parte se inicia luego que Héctor tenga una epifanía que lo obligue a cambiar o directamente a seguir en un camino seguro hacia un ACV y perderlo todo. Es así como decidirá viajar alrededor del mundo para descubrir qué hace feliz a la gente para en el fondo también poder descubrir si él alguna vez lo fue o lo podrá ser. En ese viaje iniciático y revelador, que irá acompañado por la escritura de un diario con máximas que proclamen algunos puntos para encontrar la felicidad Héctor profundizará sobre aquello que de su pasado le imposibilita disfrutar de la vida.
En la apariencia casi perfecta de su mundo en la ciudad y en la negación de una relación sincera con su mujer, Héctor creerá encontrar en cada paso que dé una solución para ser él mismo feliz. El mundo exterior cono lienzo impoluto y él como hacedor de un nuevo camino, que claro está lo acercara nuevamente a su mujer y pacientes, terminan por disolver la originalidad de la propuesta inicial.
Excelentes secundarios acompañan a Pegg (Christopher Plummer, Toni Collette, Jean Reno, Stellan Skarsgård) pero así y todo el filme nunca logra levantar vuelo y termina cayendo en una serie de lugares comunes y de golpes bajos (innecesario el secuestro de Héctor en África, en contraste con el ideal de vida de Los Ángeles y China).
“Héctor...” podría haber sido una comedia con “mensaje” muy entretenida, pero cuando se pone seria para intentar exigirle a su personaje principal un esfuerzo por cambiar la esencia con la que se lo había presentado (y que justamente lo hacía único) todo se hace complicado y muy cuesta abajo.