Tras una pregunta universal.
Héctor y la búsqueda de la felicidad es una de esas películas que intentan hacer sentir bien al espectador, llevarlo por una serie de angustias, dudas y preguntas para luego entregarle una tranquilizadora respuesta que lo haga salir del cine reconfortado. Este plan no es malo si está hecho con nobleza y sinceridad.
Héctor es un psiquiatra que sufre una crisis y decide recorrer el mundo para averiguar que es la felicidad, preguntándole a personas de todo el planeta acerca de lo que los hace felices. Todas las licencias poéticas que la película nos pide se las debemos otorgar, no hay realismo y está bien que así sea. Héctor (Simon Pegg) vivirá toda clase de aventuras, como una especie de personaje de Julio Verne en versión autoayuda. Habrá lugares comunes, frases hechas y elementos simplistas, pero también habrá emoción, momentos de humor (Pegg es un gran comediante) y muchas aventuras en los más variados lugares. Muy divertida, sin duda, pero con limitaciones, Héctor y la búsqueda de la felicidad funciona de a ratos y no tiene nada malo que pueda ofender.
Un dato curioso es que la película se emparenta, tal vez por accidente, con La increíble vida de Walter Mitty, dirigida y protagonizada por Ben Stiller. En el film de Stiller el vuelo poético y la profundidad, eran muy superiores. Esta comparación es para que se entienda que estamos frente a una película buena, pero nada más. Una vez más, la referencia a Julio Verne y La vuelta al mundo en 80 días, tampoco es gratuita. Y seguramente este espíritu de aventura es lo más valioso que tiene este film.
Las últimas dos rarezas: no se trata de un film norteamericano, sino de una coproducción entre Alemania, Canadá, Sudáfrica y Reino Unido. Y el director, Peter Chelsom es uno de los más raros del cine de las últimas décadas. Sus films, en mayor o menor medida, tienen algo del tono que aquí se ve. Desde Escucha mi canción hasta ¿Bailamos? Chelsom se ha movido en este tono del cual Héctor y la búsqueda de la felicidad es un perfecto exponente.