La película tunecina producida por los hermanos Dardenne se centra en un hombre que, en un viaje laboral, conoce a una mujer de la que se enamora, poniendo en peligro el casamiento que su familia tenía arreglado para él. El filme de Ben Attia cuestiona las tradiciones de su país de una manera sutil e inteligente a la vez.
El nombre, como coproductores, de los hermanos Dardenne, lleva al espectador a suponer con qué se puede encontrar en LA AMANTE (HEDI, en el original), la película del tunecino Mohamed Ben Attia. Y ese elemento está, claro, pero la película es otra cosa también, jugándose en el límite del drama tradicional y una búsqueda un tanto más personal del autodescubrimiento dentro de una cultura reglamentada en cada uno de sus aspectos.
Uno podría pensar que el filme tendría algo de versión masculina de MUSTANG, ya que es la historia de un hombre que es llevado por la tradición a casarse en un matrimonio arreglado con una mujer muy bella pero con la que no parece tener suficiente empatía. Empujado por su madre a casarse, este empleado de Peugeot –que es también maltratado y abusado en su trabajo– tiene una especie de quiebre personal durante una semana en la que se va a una ciudad turística a vender autos, pero lo que más hace ahí es pasar el tiempo en el hotel.
Allí conoce a una bailarina y su vida parece dar un vuelco. No solo se descubre enamorado de la chica –algo que parece ser mutuo– sino que toma de una vez por todas conciencia de no estar viviendo la vida que desea sino la que le han armado para ser un marido funcional, profesional, adecuado. Su madre y su hermano juegan un rol importante en la conformación de este combo. Pero la aparición de esta mujer y la relación que inicia con ella –mostrada de una manera bastante audaz para una película proveniente de un país árabe– le deja en claro que hay una vida allí afuera que puede ser más interesante y rica, y en la que él puede tomar las decisiones por su cuenta.
Ese es el universo en el que se maneja la muy sólida y sensible película de Ben Attia que compitió en el Festival de Berlín. Es cierto que desde lo formal –más allá de algunos momentos dardennianos en el uso de la cámara– no se trata de una película particularmente audaz, pero sí logra que el espectador se involucre en ese otro lado de la cultura árabe, uno que pone también a los hombres a vivir y atravesar situaciones que no son ni de su elección ni de su agrado.
De algún modo, en esa elección entre seguir una vida estipulada por la tradición y decidirse a tomar el toro por las astas y hacer su propia aventura uno puede leer a LA AMANTE como una metáfora de Túnez desde la primavera árabe hasta el presente. Es un hecho al que el filme hace directa referencia y en el que se contrapone claramente el hecho de hacerse cargo de las propias decisiones vitales o seguir ciegamente tradiciones impuestas por siglos. Y la decisión de la película es más que inteligente, devolviendo casi al espectador la obligación o la posibilidad de tomar esa decisión. Y de hacerse cargo de los resultados.