El perdurable encanto de Heidi
Toda una leyenda popular extendida por muchísimos rincones del planeta la de esta nena de los Alpes suizos que por enésima vez llega a la pantalla para revivir una historia nacida a fines del siglo XIX, conocida por chicos y grandes y, por lo que parece, inagotable.
Es natural que tan reiterada frecuentación (son innumerables las versiones a que ha dado origen la novela, el best seller suizo por excelencia, y no sólo en el cine sino también en la televisión, en el teatro, en el musical, los films de animación, y hasta hay un parque temático en Suiza), genere en el espectador cierta aprensión. Pero no le lleva demasiados minutos al director suizo Alan Gsponer atenuar ese escepticismo. En principio porque desde el comienzo está clara la seriedad con que ha sido encarada la producción, no sólo por la fidelidad al contenido de la novela -a pesar de que necesariamente ha debido reducirse, ya que el original ocupó dos tomos- sino también por el cuidado con que se han reproducido los escenarios en que transcurre la historia, Ninguna sospecha de cartón pintado asoma en el film. Los paisajes son los mismos en los que los concibió Johanna Spyri, en el cantón de los Grisones: primero la cabaña en lo alto de los Alpes en la que el abuelo ha elegido recluirse y de cuya presencia (al principio huraña, más tarde cálida y protectora), disfruta la huerfanita Heidi, una nena dulce y risueña que termina conquistándolo.
Igualmente disfruta de la imponente vista de las montañas y de la atención de las cabras de Pedro, su inseparable amigo pastor.
No menos convincente es el escenario (sin duda ha sido impecable todo el trabajo de ambientación), cuando para la pequeña y sensible chiquita enamorada de la naturaleza las cosas cambian bruscamente: la tía que un día la depositó en manos del abuelo paterno contra la voluntad de éste ahora debe trabajar en la ciudad, y es la oportunidad para que la chica pase por nuevas experiencias, viva en una suntuosa mansión, conozca la escuela y perfeccione sus modales desempeñándose como dama de compañía de una chica de su edad, Klara, postrada en una silla de ruedas. Ya se las arreglará la protagonista para volver a sus añoradas montañas y para no perder el contacto con su rubia compañera.
Como puede verse, la adaptación es muy fiel a la estructura de libro, inclusive en su pintura de una sociedad clasista. Y que más allá de señalar sus visibles contrastes también desliza algunos apuntes que descubren que en la historia de Spyri cabe cierto espíritu ligeramente crítico en la observación de varios personajes, desde un abuelo de conductas independientes hasta una abuela capaz de comprender la nostalgia de una niña por su mundo rural y sus libertades.
Entre los aciertos de la película, es justo señalar el del casting, especialmente en los casos de Anuk Steffen, una Heidi tan vivaz como espontánea y conmovedora, y de Bruno Ganz, inmejorable abuelo, a pesar del menoscabo que supone que en nuestro medio todas las copias sean presentadas en versión doblada al español. Méritos similares pueden destacarse en la música de Niki Reiser y en la estupenda fotografía de Mathias Fleischer.