Un viaje de empoderamiento femenino de Nadia Benedicto
Con la diosa de las brujas como título del film, la directora de “Interludio” realiza en su segundo largometraje un sensorial viaje de reivindicación femenina a partir de un hecho de violencia de género.
En la mitología griega Hékate es la diosa de las brujas, está asociada a la magia, la luna, la noche y sus criaturas. A partir de esta figura mitológica deambula la trama del film.
Kira (Rosario Varela) es una paseadora de perros. Al devolver el animal a su hogar es mordida en la mano. Su dueño (Federico Liss), el prototipo de hombre machista que vive con su sumisa esposa Helena (Sabrina Macchi), la hace pasar con la excusa de atender su herida. La situación de extrema tensión deviene en violencia de género para derivar en un viaje nocturno sin rumbo determinado.
Esta excelente secuencia inicial, de una tensión inigualable, marca la atmósfera de no retorno de las protagonistas y traza los parámetros de la búsqueda y transformación posterior. Porque lo que comienza luego es una suerte de road movie nocturna de empoderamiento femenino en donde Kira y Helena huyen por la carretera con el marido de esta ultima anestesiado en el baúl. El viaje se convierte en metáfora del terror siempre presente en sus espaldas.
Pero también es un viaje de autoconocimiento. Kira guiada por la diosa mitológica conduce (el auto y a Helena) por el camino de la emancipación. Kira le da fuerzas a Helena y la ayuda a salir de su pasividad. Helena se conoce a si misma y reencuentra con su deseo como sucedía con el personaje de Geena Dávies en Telma & Louis (Riddley Scott, 1991). Pero a diferencia de aquel film icónico de los años noventa, la travesía ahora es otra. El camino no se corta abruptamente para inmortalizar una reivindicación utópica sino que inicia un viaje de transformación que buscará replicarse.
En ese sentido Hékate (2022) tiene puntos de contacto con Akelarre (Pablo Agüero, 2020), en donde la fuerza de la unión emancipa a las mujeres, les da las fuerzas para auto descubrirse e invita a trazar sus propios caminos por fuera de la mirada del hombre. En ese aspecto ese viaje nocturno, onírico y surrealista, no hay que entenderlo de manera literal. Lo que sucede es una alegoría, una invitación a sumergirse en el barro, en las profundidades de lo desconocido, para que no quede otra opción que atravezar el pasado y resurgir.
Hékate es una película que se siente desde las entrañas de su realizadora Nadia Benedicto, imposible de contar sin un deseo propio, inmediato y de extrema necesidad. Una producción realizada casi en su totalidad por mujeres que marca una postura clara e irrenunciable sobre la violencia de género, dejando atrás la denuncia y dando un paso adelante de cara al futuro.