La nueva película de Gregory Plotkin, "Hell Fest: Juegos diabólicos" es un slasher con pocas pretensiones que gana al recurrir a las fuentes del género.
En el juego del casino, no siempre el que hace la apuesta más grande es el que gana; alcanza con apostarle unas fichas al número correcto. Cuando se escriba la recopilación histórica de los slashers, es probable de Hell Fest: Juegos diabólicos no tenga su propio capítulo, es más, quizás hasta se olvidan de mencionarla.
Ni siquiera sería raro su omisión en las listas de lo mejor del género del año. Pero en sus casi hora y media, construye un producto sólido, entretenido, cumplidor en varios niveles, y - lo que es mucho decir hoy en día – que no menosprecia la inteligencia del espectador.
Olvídense del famoso festival de hardrock anual del mismo nombre, no tiene nada que ver. "Hell Fest: Juegos Diabólicos" homenajea a muchos de los clásicos del género, en especial a "Halloween" (que con su nueva y excelente secuela está más en boga que nunca); sin necesidad de recurrir al gancho directo de calcar escenas, o ubicar la acción dentro de décadas anteriores. Homenajea desde el respeto y el clima.
Natalie (Amy Forsyth), llega a Orange Groove, a visitar a su amiga Brooke (Reign Edwards). Junto con Taylor (Bex Taylor Klaus) reciben pases VIP para visitar una ferie de horrores, o parque de diversiones temático de terror, llamado Hell Fest. Las tres asisten junto a las parejas de las dos últimas, Quinn (Christian James), y Asher (Matt Mercurio), y un amigo y posible interés romántico para Natalie, Gavin (Robby Attal). La noche comienza normal, a pura diversión.
Pero hay un dato que advierte Taylor, hace años, ocurrió un asesinato en el mismo lugar, y el cadáver fue disimulado durante días como una atracción más.
Ahora, en los juegos, oculto entre los personajes que trabajan para asustar, se esconde nuevamente un asesino; con una máscara simple pero atemorizante, que planea revivir esa noche, e ir por más. Vaya uno a saber por qué, este personaje se ensaña particularmente con Natalie, a quien empieza a acosar (no tan) desde las sombras.
No busquen excusas, ni explicaciones, en "Hell Fest: Juegos diabólicos" no hay demasiada historia, y para ser sinceros, tampoco la necesita. Gregory Plotkin (Actividad Paranormal 5) y el grupo de ¡seis! guionistas aprovechan al máximo el ambiente para crear la idea de caos e indefensión permanente.
El asesino puede ser y estar en cualquier lado, te pueden estar persiguiendo, y hasta asesinando, y el resto ni notarlo. También recaen en el uso y abuso del susto falso. Al asesino lo veremos deambulando entre los transeúntes, perdiéndose entre la masa, no siendo advertido.
También presenciaremos la obsesión que toma por Natalie y el pavor que va creciendo en ella, la única que nota no todo está bien. Inmediatamente esto, sumado a otros datos de estilo, nos hará recordar a Halloween, y su teoría del Boogeyman social. No hay abundancia de chistes, ni humor que nos haga pensar en una comedia. Sí una liviandad reinante, dejándonos en claro que esto es un producto para adolescentes.
Las muertes, salvo una bastante gráfica, no son explícitas, pero cumplen con lo necesario, y van sumando ritmo a esta historia de locaciones medidas y claustrofóbicas, y una atmósfera de temor permanente.
Los seis personajes no están del todo bien desarrollados, ni poseen un gran carisma desde el guion, siendo la experimentada en el género Bex Taylor Klaus, y la protagonista Amy Forsyth, quienes más se lucen en lo suyo.
La locación, si bien no es del todo original - con un clásico como Funhouse, y exponentes dignos como la Carnaval de almas noventosa, The House October Built, y hasta el díptico found footage Hell House – está bien aprovechada y la distingue. Hay cuidado en los detalles para hacer ver que ese parque y sus atractivos aportan mucho a la situación.
Lo diáfano de la feria, la diversión que se mancha de sangre, el clima de descontrol, y los personajes estrafalarios (con una simpática participación de Tony Todd), están ahí, sumado al montaje rápido y el neón parpadeante en la noche. La construcción de escena, sin mucho esfuerzo, es lograda y ayuda al clima necesario. Una última escena llamativa, y a modo de inteligente “vuelta de tuerca” termina de configurar el resultado satisfactorio.
"Hell Fest " no sorprende, pero tampoco aburre, y no subestima.
Simplemente es una película que entrega lo que promete, crea un buen clima de terror barato - pero para nada menor -, entretiene sin engañar (pese a que unos cuantos sustos falsos menos hubiesen estado bien), y termina siendo mejor de lo esperado, colocándose por encima de una media bastante baja. Perderse en sus trucos es un juego que vale la pena probar.