Un Hércules que no hace milagros
Será el hijo de Zeus, pero Hércules no hace milagros en el cine. Segunda película sobre el héroe "bastardo" que llega este año desde Hollywood (en febrero se estrenó La furia de Hércules) y otra decepción.
Las figuras detrás de esta enésima versión sobre el personaje de Hércules para la pantalla grande permitían tener ciertas esperanzas: dirección de Brett Ratner, un artesano capaz de incursionar en sagas tan disímiles como las de Rush Hour o X-Men; fotografía en 3D del italiano Dante Spinotti y el papel protagónico de Dwayne "The Rock" Johnson, un astro de acción dispuesto a hacer olvidar a Lou Ferrigno, Arnold Schwarzenegger, Steve Reeves, Kevin Sorbo y tantos otros que interpretaron al semidiós caído en desgracia.
Lamentablemente, no hay nada en el guión de esta apenas discreta Hércules que no se haya visto ya en las franquicias de 300 o Furia de titanes, por nombrar sólo un par de éxitos recientes. Y eso no es todo: estamos ante una película que intenta quebrar la solemnidad de tantas épicas históricas, pero la apuesta sale mal porque el humor casi nunca funciona. Otro problema: el film trata de maquillar los excesos sangrientos de otras aproximaciones (quizá para evitar una calificación que le impidiera contar con el público adolescente) y no apela a la estética del cómic original del consagrado Steve Moore. El resultado, por lo tanto, es un híbrido, un producto tímido marcado por la indecisión artística, por el tironeo entre lo que pretende ser y lo que busca soslayar.
En ese contexto, y tras un prólogo que nos sintetiza en unos pocos minutos la historia de Hércules dentro de la mitología griega, Ratner se limita a narrar las aventuras de Hércules y su equipo de cinco colaboradores (incluida una hermosa Amazonas experta con el arco y la flecha), quienes se han convertido en mercenarios al mejor postor: van y luchan donde les aseguren una buena cantidad de oro. Así, terminarán en el bando del rey Cotys (John Hurt), en medio de una guerra civil en la que descubrirán que han sido engañados. Tendrán, por supuesto, la posibilidad de redimirse y reencontrarse con el honor, la mística y la ética que habían perdido.
Johnson, que en los últimos años ha demostrado que -más allá de su esplendor físico- tiene pasta para la comedia, aquí hace lo que puede (y no es mucho) con un personaje sin matices (deambula dominado por el trauma tras la muerte de su familia) y que luce hasta ridículo con su cabeza de león y su melena artificial. Las escenas de masas y las coreografías de batallas tampoco son demasiado ingeniosas ni lucidas y, así, surge la inevitable sensación de que esta película ya fue vista muchas, demasiadas veces.