Amigo lector: de toda película se puede aprender algo. Verá que las estrellitas están por encima de la media, lo que es bueno. Verá, también, que –convertido a números– el film no se exime con siete, pero pega raspando gracias a su estrella principal, que pone lo que hay que poner. “Hércules” es una prueba de película impersonal de Hollywood: un director competente en manejar presupuestos (pero no cámaras), un actor carismático que puede trabajar más con el cuerpo que con la voz y el rostro (el carismático Dwayne Johnson), un título que nadie puede desconocer (nadie sabe ya cuáles fueron las doce pruebas de Hércules, pero al menos se conoce que es forzudo, algo así como un superhéroe de la antigüedad clásica) y hay motivos para el despliegue enorme de efectos especiales y pelea bestial. Con eso alcanzaría para tener un buen entretenimiento, pero este film tiene el defecto –pura responsabilidad del director, Brett Ratner– de descuidar el aspecto dramático de su personaje y, peor, de desinflar con ausencia total de imaginación las secuencias de acción. Por suerte Johnson tiene ese “algo” innato que nos permite seguir mirando divertidos la pantalla: entiende perfectamente que esto no es más que un film clase B filmado con demasiada plata y actúa en consecuencia. Lástima que el realizador no haya comprendido el juego, pero no se le pueden pedir peras al olmo.