Heredero del diablo

Crítica de Isabel Croce - La Prensa

Un terror no muy convincente

Una pareja joven que vive con una cámara en mano, como para no perderse de registrar nada de lo que sucede en sus vidas, protagoniza este filme. Enamoramientos, viajes, fiestas, todo está filmado. Ella se llama Samantha McCall (Allison Miller), él es Zach McCall (Zach Gilford), ambos deciden casarse e irse de luna de miel. La elección recae en República Dominicana y ahí empiezan los problemas. Una noche de locura en un bar decadente al que los conduce solícito un taxista y de la que ninguno recuerda demasiado. La vuelta y el anuncio del embarazo y a partir de ese momento a los pobres McCall se les termina la tranquilidad.

CURIOSA AFICCION

La angustia de Allison, sus brutales reacciones ante el pobre esposo dispuesto a complacerla y la inexplicable afición a la carne cruda y más aún, a la carne de animales recién cazados (escena del parque con el ciervo), hacen sospechar de que algo extraño ocurre. El caso es que hay algo que une a esta Allison y a la Rosemary (que personificara Mia Farrow) de la conocida película de Roman Polanski, lo mal que la pasa durante el embarazo, el gusto por la carne cruda y los cambios de carácter.

Además pensemos que el final es casi el mismo sin la magia de un gran cineasta como Polanski.

CASI SIN ALIENTO

"Heredero del diablo" pudo haber sido mejor. Mientras su honroso antecedente "El bebé de Rosmary" tiene detrás la estupenda novela de Ira Levin, este guión se queda sin aliento a la mitad de la película.

Desde que la chica se embaraza, lo repetitivo se vuelve costumbre y nada nuevo parece suceder. Uno se pregunta cuando ve una y otra vez al modelo dominicano Roger Payano como taxista y enviado del diablo, por qué el embarazo satánico se gesta en un país latinoamericano y esa suerte de padrino es enviado a Estados Unidos para asistir al futuro nacimiento. Dudas de países periféricos.

"Heredero del diablo" abusa de la técnica de cámara en mano, herencia de la recordada "El proyecto Blair Witch". Tiene momentos interesantes, la escena del supermercado, la de la ceremonia de comunión de las niñas y algunas en el interior de la casa. A la vez que muy bella y aireada, es la imagen lejana del edificio Dakota, donde se filmó la película de Polanski.

En síntesis, es una película sólo para adolescentes aficionados al género y poco exigentes.