¿Cámara testigo?
Como si con la dilatada saga de Actividad Paranormal (Paranormal Activity) no alcanzara, Heredero del Diablo (Devil's Due, 2014) viene a terminar de embarrar el género found footage con un guión que no consigue justificar el uso de las cámara en primera persona.
Si construyésemos una genealogía del género del terror, encontraríamos una variable que se repite desde sus inicios: el intento de generar verosimilitud. Desde la primera literatura de terror (Stevenson, Lovecraft) existen ejemplos de relatos en los que la procedencia del texto era desconocida. Manuscritos encontrados en botellas, hojas sueltas caídas desde el cielo, cualquier excusa era buena para que el cuento deje de ser ficción y pase al más inquietante terreno del testimonio verídico. Por supuesto, el cine no tardó en aprender la lección. En la década del 80, con Holocausto Caníbal (Cannibal Holocaust, 1979), se inventó un género que tiene nombre propio: found footage, basado, por supuesto, en el desconocimiento del origen de lo que estamos viendo.
¿Por qué toda una explicación de género para hablar de una sola película, que encima tiene puntaje bajo? Se preguntará el lector, al borde de la indignación. Para señalar el mayor defecto de Heredero del Diablo: la imposibilidad de justificar la presencia de las cámaras. A lo largo de la película, el guión cae en el peor error que puede cometer un largometraje que cultiva el found footage: no puede disimular que las cámaras testigo se deben más a una cuestión de presupuesto que a una decisión artística.
La historia es sencilla: Samantha y Zach se casan y se van de luna de miel a Santo Domingo. En la última noche del viaje, se pierden y terminan en una fiesta local, de la que no recordarán nada al día siguiente. Sin embargo, unas tomas furtivas con velas y cánticos paganos entre la fiesta y la resaca posterior (por supuesto, filmadas con la misma cámara, de manera fortuita) darán entender al espectador que algo pasó. Y ese algo se confirma cinco minutos después: pese al uso de anticonceptivos, Samantha queda embarazada.
Zach llevará el uso de la cámara hasta las últimas consecuencias: en el supermercado, en el hospital, y hasta cenando asistimos a la acción a través de sus grabaciones. Y no sólo eso. Promediando la película, vemos que unos tipos se meten en la casa de Samantha y Zach. ¿Para qué? Nada menos que para instalar cámaras. El parche en el guión es notable.
Con actuaciones bastante pobres (Allison Miller, actriz que encarna a Samantha, no consigue transmitir el drama de la embarazada con verosimilitud; y el personaje de Zach es demasiado pollerudo como para generar empatía o cualquier otra cosa), y efectos especiales que tampoco logran cumplir con las expectativas generadas, Heredero del Diablo se postula, de manera prematura, como una de las peores películas de terror del año.